Por primera vez desde 1959 opositores cubanos protestaron en La Habana contra el presidente de Estados Unidos, por temor a perder a su principal aliado y benefactor con el restablecimiento de lazos diplomáticos y la histórica visita a la isla del secretario de Estado, John Kerry.

Unos 90 opositores cubanos, entre ellos medio centenar de Damas de Blanco, fueron detenidos el domingo en La Habana tras protestar con máscaras del presidente Barack Obama en rechazo a la reapertura de la embajada estadounidense.

Kerry abrirá formalmente este viernes la embajada, donde izará nuevamente la bandera estadounidense (retirada el 3 de enero de 1961), poniendo simbólicamente fin al último vestigio de la Guerra Fría en América, ocho meses después de que Obama y su par cubano Raúl Castro anunciarán el fin de medio siglo de rencillas entre ambos países.

“Él (Obama) tiene la culpa de lo que está pasando (en Cuba), el gobierno cubano se ha envalentonado con las negociaciones” con Washington, declaró el ex preso político Ángel Moya durante la protesta.

“Como todos sabemos, a partir del día 17 de diciembre ha dado un vuelco todo el tema Cuba, realmente hay muchas personas que están a favor, otros consideramos que el proceso debió estar condicionado” a avances en derechos humanos, dijo a la AFP el disidente Antonio Rodiles.

“El tema de la promoción de la democracia se ha quedado como en un segundo plano y se ha hablado mucho de la promoción de negocios e inversiones extranjeras”, añadió Rodiles, otro de los organizadores de la protesta contra Obama.

En Cuba durante más de medio siglo todas las protestas contra el presidente de Estados Unidos -desde Dwight Eisenhower (1953-1961) hasta George W. Bush (2001-2009), pasando por John F. Kennedy (1961-1963) y Ronald Reagan (1981-1989)- habían sido organizadas por el propio gobierno comunista de Fidel Castro (quien entregó el mando a su hermano Raúl en 2006 por motivos de salud).

“Acercamiento con EEUU rompe inercia”

Las manifestaciones más multitudinarias contra Estados Unidos ocurrieron en la época de la invasión anticastrista de Bahía de Cochinos en 1961, que constituyó la “primera derrota del imperialismo en América Latina”, según Fidel Castro; así como en los días el éxodo de Mariel, en 1980; y más recientemente durante la puja de siete meses por el regreso a la isla del niño ‘balsero’ Elián González, de noviembre de 1999 a junio de 2000.

Sin embargo, no todos los disidentes están en contra de normalizar los lazos con Washington, lo que ha sacado a flote, una vez más, las rencillas entre los opositores cubanos, que jamás han logrado tener una plataforma común tras la revolución de 1959.

“Yo soy del sector que cree que esto es bueno para Cuba (…) porque le quita la presión que el régimen ha tratado de mantener durante 50 años para explicar su inmovilismo, y esta presión ha estado relacionada con el diferendo con Estados Unidos”, declaró a la AFP el disidente moderado Manuel Cuesta Morúa.

“La normalización con Estados Unidos es un paso positivo para Cuba por una razón: crea una expectativa, rompe la inercia y abre un espacio para que la gente se imagine cosas que puedan pasar de otra manera, aunque al final no pasen”, dijo a la AFP Tania Bruguera, quien se define como una “artista plástica que disiente”, que estuvo presa en diciembre tras convocar a una ‘performance artística’ en la que cualquier cubano podría decir lo que quisiera ante un micrófono en la Plaza de la Revolución de La Habana.

Washington ha sido el principal sostén político y económico de los adversarios del gobierno cubano desde los tiempos de la planificación de la invasión de Bahía de Cochinos, lanzada el 17 de abril de 1961, tres meses después de que Eisenhower rompiera relaciones diplomáticas con La Habana.

Por décadas Washington ha destinado cada año millones de dólares del presupuesto federal para la “promoción de la democracia en Cuba”, lo que facilita que La Habana tilde a los disidentes de “mercenarios” de Estados Unidos.

Sin embargo, la mayor parte de ese dinero jamás llega a los disidentes en la isla, pues se queda en Estados Unidos financiando a grupos anticastristas de Miami y a Radio y TV Martí, emisoras que reciben anualmente 27 millones de dólares.