La semana pasada, un conocido recibió una infracción en la Ruta Cabrero-Concepción por exceso de velocidad. Me pareció curioso, ya que no es una persona que se caracterice por circular de forma imprudente. Todo lo contrario.

La multa la recibió un domingo en la mañana, en una extensa recta antes de llegar a Yumbel, mientras conducía a 83 km/h en una zona que especificaba como máximo 50 km/h.

Hasta ahí nada extraño. Si te pasas del límite de velocidad, te multan, es lo normal. Sin embargo actualmente el camino que une ese tramo de la Ruta 5 con la capital de la Región del Bío Bío tiene dos particularidades: primero, está con varios tramos en obras de ampliación, y segundo, TODA la ruta tiene límite de velocidad de 50 km/h.

Así es: TODA la ruta.

Hablamos de un camino que, conduciendo con prudencia, no toma más de 40 minutos, se transforma de pronto en una ruta donde es necesario más de 1 hora 20 minutos para recorrerla. De hecho, hay largos tramos en los cuales no hay curvas ni trabajos en ejecución, donde el límite de velocidad parece exagerado.

Aprovechando que esta semana visitaríamos a mis suegros en Los Ángeles y haríamos el mismo camino, un poco por hacer la prueba y otro poco por temor a sufrir el mismo castigo, decidimos hacer el experimento de recorrer la ruta respetando estrictamente el límite de 50 km/h impuesto en todo su trayecto.

¿Los resultados?:

1. En la mayor parte de la ruta, conducir a 50 km/h se convierte en algo surrealista. Lo que en ciudad es normal, en carretera significa ver pasar el paisaje lenta, muy leeeeeeeentamente. Me recordó el chiste del auto que sólo lo conducía una viejita una vez al año para ir al festival del maíz (otro día lo cuento).

2. Exceptuando a otro auto que llegó sólo hasta Tomeco (y que más parecía una carcacha en rodaje), era evidente que en ambos sentidos éramos el ÚNICO vehículo respetando el límite de velocidad.

3. Debido a que la ruta sólo tiene una pista por sentido, nos fuimos permanentemente estresados por la larga fila de vehículos que nos seguían, y que presionaban de forma constante para que aceleráramos. En especial, tener camiones con acoplado pegados a ti haciendo rugir sus aceleradores, me hacía sentir en la persecución de Terminator 2… pero en cámara lenta.

4. Todos, absolutamente TODOS nos adelantaban. Incluso una camioneta de la propia constructora a cargo de los trabajos. Algunos en silencio mirándonos con odio. Los más, tocándonos la bocina irritados. Unos cuantos, gritándonos saludos a nuestras madres y haciéndonos los más variados gestos con la mano por la ventana. Llegábamos a sentirnos culpables, como para decirles “Perdón por respetar la ley”.

Un video que grabamos con Alejandra para demostrar el punto:https://www.facebook.com/notes/christian-f-leal-reyes/nota-28-cuando-respetar-la-ley-puede-poner-en-riesgo-tu-vida/10153497329803750

Posted by Christian F. Leal Reyes on Martes, 21 de julio de 2015

5. Sin embargo lejos lo peor, fue que muchos de esos adelantamientos -de conductores exasperados- se realizaron en forma imprudente, con escasa visibilidad o peligrosamente cerca de un vehículo en sentido contrario (bocinazos incluídos). Al final, sentíamos que estábamos propiciando un accidente más que evitarlo, que es el sentido de respetar los límites de velocidad.

En resumen, llegamos a la Ruta 5 atrasados, estresados y sorprendidos. Está bien: es obligación de los conductores respetar los límites de velocidad, ¿pero qué pasa cuando estos se han fijado de forma no sólo arbitraria sino tan estúpida que nadie los toma en cuenta? A ver, se entiende que hayan reducciones de velocidad incluso mayores cuando uno se acerca a las cuadrillas de trabajo, pero no tiene ningún sentido pasar kilómetros y kilómetros de ruta a una velocidad ridícula, que invita a transgredirla.

Hace unos meses -también con obras en ejecución- habían variaciones en los límites de velocidad e incluso zonas sin restricción. Mi único razonamiento para que se haya hecho tabla rasa con el límite de forma tan absurda es que los encargados de fijarlos no están haciendo bien su trabajo, sin darse cuenta de que en vez de protegernos, ponen en riesgo nuestras vidas al no prever el efecto que provoca una medida imposible de cumplir.

Al menos por mí, señores Carabineros, vayan preparando sus lápices. Porque a mi retorno no pienso repetir la experiencia.

Christian F. Leal Reyes
Director – BioBioChile