Hace un par de semanas el piloto Alastair Atchison realizó su último vuelo. ¿Quién era esta hombre? Pues bien, se trata de un héroe de la aviación recordado por ser el protagonista de una historia difícil de creer, pero que si no fuera por su determinación y habilidad, hubiese finalizado en una tragedia.

Era el 10 de junio de 1990 cuando el vuelo 5390 despegó desde Birmingham en el Reino Unido con destino a Málaga en España, todo era normal hasta que el parabrisas del avión se desprendió y el capitán Tim Lancaster salió expulsado logrando ser sujetado -casi de milagro- por un par de auxiliares, mientras el joven Atchison tomaba los controles y trababa de hacer descender la nave en el aeropuerto más cercano.

La tripulación de la cabina se conocía desde hace mucho tiempo, algunos de sus miembros llevaban trabajando juntos hace más de 15 años, sin embargo, Atchison se había integrado sólo esa misma mañana para cumplir el rol de primer oficial, siendo recibido cordialmente una horas antes por Lancaster.

Luego de las respectivas revisiones previas a cada vuelo, el capitán informó que el único cambio de mantenimiento anotado en la bitácora, era una sustitución de parabrisas. Todo procedió con normalidad y tras despegar, Lancaster se quitó los amarres de seguridad y activó el piloto automático.

Nigel Ogden, uno de los auxiliares, señaló en un reportaje de Natgeo que “recuerdo que entré a la cabina de mando para preguntar a Tim y Alastair qué querían tomar y les dije el desayuno estará listo dentro de un momento”. No se imaginaba lo que pasaría después.

Pasaron 13 minutos desde el despegue y se encontraban a 5.273 metros de altitud cuando en una décima de segundos, el parabrisas izquierdo del avión salió expulsado y, debido a la descompresión, el capitán fue succionado al exterior, quedando con su espalda pegada al fuselaje y sus extremidades inferiores dentro de la nave.

Atchison debió enfrentar un viento cercano a los 500 kilómetros por hora para controlar el avión que alcanzaba una velocidad de más de 620 km/h.

Un inspector revisa el aparato tras el accidente

Un inspector revisa el aparato tras el accidente

En tanto, Ogden observó la situación del capitán y fue a tratar de rescatarlo, pero sólo pudo sujetarlo. Afuera, Lancaster debió soportar el intenso viento y una temperatura de -17ºC.

“Era como si nos estuviésemos hundiendo y de repente empezaron las sacudidas”, relató la pasajera Stephanie Jenkins.

Mientras, Atchison sólo podía concentrarse en controlar el aparato y sus compañeros dependían plenamente de él para poder sobrevivir.

A pesar de las inmensas dificultades, el joven oficial decide seguir descendiendo para apartarse de las rutas de vuelo y alcanzar una altura donde no necesiten máscaras de oxígeno, una acción clave para poder salvar a todos quienes se encontraban abordo.

Sin embargo, luego de bajar a 3.000 metros y disminuir la velocidad a no más de 300 km/h, el cuerpo del capitán deja de estar sujeto al fuselaje y se desliza por la parte exterior de la cabina.

Ogden y otros dos auxiliares ya estaban quedando sin fuerzas, pero “teníamos que aguantar hasta el final”, contó el tripulante.

“Todo lo que recuerdo es ver cómo se agitaban los brazos quebrados de Tim, tenía la cara pegada y ni siquiera pestañeaba. Pensé que estaba muerto”, dijo.

Fue ahí cuando una luz de esperanza surgió en medio del complejo momento. Desde la torre del aeropuerto de Southampton, comenzaron a dar las instrucciones para el aterrizaje de emergencia.

Chris Rundle, controlador de tráfico aéreo, detalló en el documental de Natgeo que “se notaba que estaba sufriendo una gran presión. Esta es una de las cosas que ves en las películas, pero nunca en la vida real. Se te ponen los pelos de punta”.

En la agitada conversación entre Atchison y Rundle, este último le explica que sólo tienen 1.800 metros en la pista, lo que supone más dificultad para el aterrizaje, ya que el piloto manifestaba que necesitaba al menos 2.500 metros por el peso del avión que en ese instante tenía los estanques de combustible prácticamente completos.

31 minutos después del despegue, Atchison comenzó a realizar el aterrizaje más difícil de toda su vida, concretándolo de manera casi perfecta salvando a todos a bordo. Inmediatamente después, los vehículos de emergencia rodearon el avión y atendieron al capitán Lancaster, quien logró sobrevivir a pesar de las extremas condiciones que tuvo que soportar.

Tripulación del vuelo 5390 de British Airways

Tripulación del vuelo 5390 de British Airways

De esta manera, Atchison fue clave para salvar la vida de los 81 pasajeros y 6 tripulantes del vuelo 5390. Tras la investigación, se descubrió que el accidente se produjo debido al uso de tornillos inadecuados para sujetar los parabrisas de la nave. Esto sirvió para revisar todos los procesos de mantención de los servicios aéreos y evitar así futuros problemas de estas características.