Muchas son las mujeres que prefieren prescindir del maquillaje y mostrar su rostro a cara lavada. Sin embargo, nunca está de más un toque de colorete.

En crema o en polvo, el rubor puede ser nuestro mejor aliado si sabemos elegir el correcto para nuestro tono de piel. Su uso ayuda a lograr un aspecto más joven, acentúa las facciones y otorga un aspecto saludable a nuestra cara.

Sin embargo, una desacertada elección puede convertirse en nuestra peor pesadilla.

Para evitar pasar malos ratos, tan sólo debes tener en cuenta una serie de trucos básicos para que tu piel luzca sencilla, radiante y lo más importante, natural.

Identifica el tono de tu piel

Este paso es esencial para elegir el rubor que se adapte de manera perfecta a tu piel. Lo aconsejable es mirarse la muñeca y comparar el color de tu rostro y el de tus venas. Si el trasfondo de tus venas es azulado, significa que el tono de tu piel es frío, mientras que si el tono es medio verdoso, tu piel es más bien cálida.

Aplica el colorete después de exfoliar el rostro

Para lucir un rostro perfecto es importante exfoliar las células muertas del rostro, así como de todo el cuerpo.

Un buen momento del día para hacerlo es cuando te das una ducha.

Para ello, puedes usar una esponja suave y pasarla por tu rostro. Luego hidrata tu cara, aplica tu colorete y su duración será mucho mayor.

Encuentra el colorete que te complementa

Si ya identificaste tu tono de piel, te resultará mucho más fácil escoger un rubor.

En este paso la regla es: si tu rostro es cálido, los coloretes de la gama de los rosados y tonos melocotón son los ideales para ti.
Mientras que si tu tono es frío, los colores ciruela o rosa son los óptimos.

En caso que tu piel sea en un tono oliváceo el bronce y dorado son los que te sentarán mejor.

Aplicación correcta

Si aplicas rubor en polvo trata de hacerlo con una brocha especial para ello. En cambio si prefieres uno de textura en crema, trata de darle calor con tus manos y aplícalo con las yemas de los dedos con suaves movimientos circulares en la zona de la zona de las ‘manzanitas’ -que se marcan al momento de sonreír- para dar un efecto de volumen y natural.