Brasileño Nelson Freire deslumbra en el Municipal y el público lo obliga a cuatro “encore”

Nelson Freire, TMS (c)
Nelson Freire, TMS (c)
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El cotizado pianista volvió a Chile después de 3 años y a pedido del público, quien deslumbró a su atenta audiencia con un recital pleno de matices, que finalizó con los asistentes aplaudiendo de pie y obligando al artista a interpretar cuatro “encore” (temas fuera de programa).

Continuando con el Ciclo de Grandes Pianistas, que presenta el Teatro Municipal de Santiago, el músico ofreció un concierto con obras de Bach, Beethoven, Shostakovich, Rachmaninoff y Chopin, temas enfocados de manera distinta, pero plenas de clase y sentimiento.

Destacado como uno de los pianistas más importantes del mundo, reiteró la calidad de ejecutante con que se ha presentado en más de setenta países en recitales y conciertos, colaborando con directores como Lorin Maazel, Pierre Boulez y Riccardo Chailly.

Conocido especialmente por sus inolvidables actuaciones junto a Martha Argerich, tras cinco décadas de trayectoria se ha consolidado como una verdadera leyenda del piano.

“Pocos pianistas vivos expresan la alegría pura y la euforia de ser maestros en su arte más vívida y simplemente que Nelson Freire” – The Guardian, es un comentario que refleja exactamente lo que es este pianista.

En una rápida mirada al recital, habrá que señalar que Freire abarcó con gran capacidad técnica, suavidad y talento, obras como la Partita número 4 en re mayor de Johann Sebastian Bach, obra temprana para piano o clavecín, en que el autor buscaba darse a conocer y que él mismo editó; de Ludwig van Beethoven, la Sonata para piano n.° 32 en do menor, op. 111, la última de estas composiciones que compuso el genio de Bonn, en la cual están presentes, en forma constante, el contrapunto y el estudio de las fugas de Bach; de Dmitri Shostakovich, Tres danzas fantásticas, op. 5, en que el compositor, en plena juventud, se aventura en distintas posibilidades armónicas (Marcha, Vals y Polca), lejanas aun en melodías de lo que sería como autor en su etapa consagratoria; de Sergei Rachmaninov, Preludios, op. 32, N.°10: Lento y N.°12: Allegro, en que este compositor ruso buscaba cerrar un proceso personal de autor de obras en las 24 tonalidades, una modalidad que provenía de los teclados de Bach y, por último, de Frédéric Chopin, la Barcarola en fa sostenido mayor, op. 60 y la Balada para piano n.° 4 en fa menor, op. 52, del romántico compositor polaco, fiel devoto del piano, instrumento que fue su gran forma de expresarse, su compañía total, para “dar rienda suelta a su espíritu lírico”.

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El cotizado pianista volvió a Chile después de 3 años y a pedido del público, quien deslumbró a su atenta audiencia con un recital pleno de matices, que finalizó con los asistentes aplaudiendo de pie y obligando al artista a interpretar cuatro “encore” (temas fuera de programa).

Continuando con el Ciclo de Grandes Pianistas, que presenta el Teatro Municipal de Santiago, el músico ofreció un concierto con obras de Bach, Beethoven, Shostakovich, Rachmaninoff y Chopin, temas enfocados de manera distinta, pero plenas de clase y sentimiento.

Destacado como uno de los pianistas más importantes del mundo, reiteró la calidad de ejecutante con que se ha presentado en más de setenta países en recitales y conciertos, colaborando con directores como Lorin Maazel, Pierre Boulez y Riccardo Chailly.

Conocido especialmente por sus inolvidables actuaciones junto a Martha Argerich, tras cinco décadas de trayectoria se ha consolidado como una verdadera leyenda del piano.

“Pocos pianistas vivos expresan la alegría pura y la euforia de ser maestros en su arte más vívida y simplemente que Nelson Freire” – The Guardian, es un comentario que refleja exactamente lo que es este pianista.

En una rápida mirada al recital, habrá que señalar que Freire abarcó con gran capacidad técnica, suavidad y talento, obras como la Partita número 4 en re mayor de Johann Sebastian Bach, obra temprana para piano o clavecín, en que el autor buscaba darse a conocer y que él mismo editó; de Ludwig van Beethoven, la Sonata para piano n.° 32 en do menor, op. 111, la última de estas composiciones que compuso el genio de Bonn, en la cual están presentes, en forma constante, el contrapunto y el estudio de las fugas de Bach; de Dmitri Shostakovich, Tres danzas fantásticas, op. 5, en que el compositor, en plena juventud, se aventura en distintas posibilidades armónicas (Marcha, Vals y Polca), lejanas aun en melodías de lo que sería como autor en su etapa consagratoria; de Sergei Rachmaninov, Preludios, op. 32, N.°10: Lento y N.°12: Allegro, en que este compositor ruso buscaba cerrar un proceso personal de autor de obras en las 24 tonalidades, una modalidad que provenía de los teclados de Bach y, por último, de Frédéric Chopin, la Barcarola en fa sostenido mayor, op. 60 y la Balada para piano n.° 4 en fa menor, op. 52, del romántico compositor polaco, fiel devoto del piano, instrumento que fue su gran forma de expresarse, su compañía total, para “dar rienda suelta a su espíritu lírico”.