Malasia cree que hay 139 cadáveres en unas fosas encontradas en la frontera con Tailandia, en unos campamentos utilizados por traficantes de personas y que ponen de relieve el drama de la inmigración ilegal en la región.

Esta semana, las autoridades malasias anunciaron haber descubierto 28 campamentos, aparentemente recién abandonados, y 139 fosas, en una región remota del norte del país.

“Teniendo en cuenta el tamaño de las fosas, y después de haber despejado la zona (…) tenemos una imagen más clara”, según la cual cada fosa corresponde a una persona, dijo a la prensa el viceministro malasio del Interior, Wan Junaidi Tuanku Jaafar.

Los cuerpos estaban envueltos en un sudario blanco, siguiendo la tradición islámica, y las tumbas señaladas por un palo de madera.

Las autoridades creen que dichos campamentos fueron utilizados por traficantes de inmigrantes, bangladesíes y miembros de la minoría rohingya, marginada en Birmania.

Las asociaciones de defensa de los derechos humanos afirman desde hace tiempo que esta región es un punto de paso privilegiado para los traficantes que traen inmigrantes de Bangladés y Birmania. Varios aldeanos contaron a la AFP que la trata era de notoriedad pública en la zona.

El ministro malasio explicó que esos campos no fueron encontrados hasta ahora porque la región es de muy difícil acceso, por lo montañoso y por la densa vegetación.

La policía malasia anunció también que desde el comienzo del año han sido detenidos 37 presuntos traficantes, y el ministro Wan Junaidi añadió que 12 policías estaban siendo investigados por presunta complicidad.

Mutismo de Aung San Suu Kyi

La actual crisis de los migrantes estalló a comienzos de mayo, cuando Tailandia descubrió en el sur de su territorio, en medio de la jungla, cinco campos de inmigrantes y 35 cadáveres.

Tras este hallazgo, Bangkok decidió actuar contra este tráfico de inmigrantes, que quedó por completo desorganizado. Sorprendidas, las mafias que transportan a estos migrantes los abandonaron en alta mar.

En las últimas semanas, más de 3.500 migrantes en condiciones extremas llegaron a Tailandia, Malasia e Indonesia. Cientos más estarían bloqueados en numerosos buques diseminados por la zona.

En Birmania, los 1,3 millones de ronhingyas son apátridas considerados como inmigrantes bangladesíes.

Marginados y víctimas de discriminaciones, han acusado el aumento de la violencia sectaria entre budistas y musulmanes en los últimos años en Birmania, lo que ha acelerado su exilio hacia países de mayoría musulmana como Malasia e Indonesia.

Desde el comienzo de la crisis, la opositora birmana y premio Nobel de la Paz Aung san Suu Kyi se ha mantenido muda.

Algunos lo atribuyen a las legislativas previstas a fines de año, y el deseo de no chocar a la opinión pública, en la que existe un fuerte sentimiento nacionalista budista y antimusulmán.

El Dalai Lama, otro premio Nobel de la Paz, la llamó a romper el silencio, en unas declaraciones al diario The Australian.

“Mencioné el problema y me dijo que lo tenía difícil, que las cosas no son tan fáciles, que son complicadas”. “Pero a pesar de todo, creo que puede hacer algo”.

Por su lado, Bangladesh prevé desplazar a miles de rohingyas, que desde hace años viven en campamentos cerca de la frontera con Birmania, a una isla situada en el sur del país, Hatiya, en el Golfo de Bengala.