El ejército iraquí y las milicias chiitas se reagrupaban el martes en las afueras de Ramadi para preparar una rápida contraofensiva que permita reconquistar esa estratégica ciudad, caída en manos del grupo Estado Islámico (EI).

La derrota en Ramadi, 100 km al oeste de Bagdad, constituyó un duro golpe para el primer ministro Haide al Abadi, en el cargo desde hace ocho meses, y para su estrategia de limitar el número de milicias chiitas que luchan contra el EI.

A pesar del revés sufrido en Tikris hace unas semanas, el Estado Islámico demostró en Ramadi que su capacidad de combate sigue intacta y aprovechó el triunfo del domingo pasado para seguir avanzando hacia el este de esta ciudad.

Hasta ahora, el primer ministro iraquí, Estados Unidos y las autoridades religiosas sunitas de la provincia de Al Anbar se han mostrado reticentes a que las milicias chiitas, apoyadas por Irán, se desplieguen en la zona, y han optado por favorecer las fuerzas locales.

Esta solución era vista como más aceptable para la población de Al Anbar, una provincia de mayoría sunita, y para Washington era una manera de mantener al margen a las fuerzas pro iraníes.

Pero según los líderes de las milicias chiitas, en los últimos días se ha hecho evidente que el gobierno no puede prescindir de las llamadas Unidades de Movilización Popular, compuestas por milicianos y voluntarios.

Hadi al Ameri, comandante de la poderosa milicia chiita Badr, dijo a la cadena de televisión del grupo que consideraba a las autoridades “responsables de la caída de Ramadi por oponerse a la participación” de las Unidades de Movilización Popular. El gobierno tendría que haber aceptado antes la ayuda que habían ofrecido, afirmó.

Contraatacar rápidamente

Un portavoz de Ketab Hezbolá, otro importante grupo paramilitar chiita, informó de que su organización ya tiene unidades listas para ser desplegadas en Ramadi desde tres direcciones diferentes.

“El gobierno de Estados Unidos y el gobierno iraquí coinciden en que hay que contraatacar rápidamente en Ramadi, antes de que el EI se consolide”, dijo Michael Knights del Washington Institute.

Un gran número de tropas bien preparadas tomaron posición en Husaybah, a unos siete kilómetros al este de Ramadi, dijo el martes el jefe de policía de Al Anbar, Kadhim al Fahdawii. “Ese lugar será el punto de partida para las operaciones de liberación de las ciudades de Al Anbar”, agregó.

Ramadi, una gran ciudad a orillas del Éufrates, estuvo dividida entre yihadistas y fuerzas gubernamentales durante más un año y medio.

Pero ante la ofensiva yihadista, el domingo las fuerzas gubernamentales cedieron sus posiciones en la ciudad, retirándose en desorden. Muchos grupos de combatientes gubernamentales quedaron aislados en medio de la ciudad.

Según imágenes de la televisión, 28 soldados lograron ser rescatados por un helicóptero, pero la gran mayoría han sido asesinados o siguen desaparecidos.

Al menos 500 combatientes y civiles murieron en la ofensiva tres días que llevó a la caída de Ramadi, indicó un funcionario de la oficina del gobernador de Anbar,

El Estado Islámico publicó fotos y vídeos que mostraban a sus combatientes apoderándose de tanques y vehículos blindados abandonados por el ejército iraquí.

Según Naciones Unidas, al menos 25.000 personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares por los combates en Ramadi.

“Lo más importantes ahora es ayudar a las personas que huyen de Ramadi”, dijo Lise Grande, coordinadora humanitaria de la ONU, en un comunicado.

Desde el inicio de 2014, la guerra provocó el desplazamiento de al menos 2,8 millones de personas en Irak.