“Un hombre solo y reducido a un único instinto: sobrevivir”. George Miller reincide con un cóctel de hemoglobina e hidrocarburos con “Mad Max: Fury road”, secuela de su saga postapocalíptica que ya sacude al Festival de Cannes, donde se proyecta fuera de competencia.

Han pasado 45 años tras el fin del mundo, no queda sobre la Tierra ley, ni electricidad ni agua potable. Los alimentos escasean y el aire está contaminado. Al lado, Chernobyl parece una playa paradisíaca del Caribe.

En ese decorado vive un jefe de guerra sanguinario (Immortan Joe) al frente de sus hordas de guerreros (los War Boys) que hacen reinar el terror en ese territorio árido.

La temática del filme puede reducirse en una sola interrogante: ¿Qué estaríamos dispuestos a hacer si en el mundo faltase aquello que nos mantiene vivos?

“Siempre me fascinó la manera en que evolucionan las sociedades, orientándose a veces al progreso o cayendo en el caos”, explicó el realizador australiano de 70 años.

Miller cuenta que imaginó esta historia que se convirtió en filme de culto mientras era estudiante de medicina en Sidney, al ver llegar a la sala de emergencias a accidentados de la ruta con heridas terribles, como en un “sacrificio ritual” a los dioses del asfalto.

Miller también se inspiró del antropólogo norteamericano Joseph Campbell (1904-1987), inventor de la teoría del “mito único” según la cual todos los mitos cuentan básicamente la misma historia.

Treinta años después del último episodio, retomó el personaje de Max Rockatanski, un ex policía convertido en justiciero del desierto después del asesinato de su familia.

Mientras que el presupuesto del primer filme estrenado en 1979 había sido de 400.000 dólares, la filmación de “Fury road” en el desierto de Namibia con 350 vehículos y 1.700 técnicos costó unos 100 millones.

Mel Gibson fue protagonista en tres oportunidades y ahora tocó al británico Tom Hardy retomar la posta y ponerse la chaqueta de cuero gastada de “Mad Max”.

“El Max de Mel Gibson fue legendario pero cuando George (Miller) me pidió representar a ese personaje me puse a trabajar con él para que corresponda con los acontecimientos de esta película”, relata Tom Hardy, que protagonizó “Inception” (2010).

El actor de 37 años se impone por su físico, severamente expuesto a peripecias espectaculares, más que por los diálogos, compuestos más bien de gruñidos.

“Las palabras son un lujo”

A su lado esta Furiosa (Charlize Theron), una mujer rebelde convencida de que la forma de sobrevivir pasa por el desierto que la conducirá hacia la Tierra Verde. Inicialmente fiel al jefe de guerra, lo traiciona para huir junto a sus cinco esposas “reproductoras” que le asegurarán una descendencia imperial. Immortan Joe se lanza a la búsqueda implacable de lo que considera le pertenece.

Cabeza rapada, rostro manchado con aceite quemado, Charlize Theron tampoco brilla por su elocuencia en el papel de amazona futurista.

“En una situación tan desesperada, las palabras son un lujo”, aseguró la rubia sudafricana oscarizada por su papel de serial killer en “Monster” (2003).

A bordo de un improbable vehículo, híbrido entre blindado y camión de 30 toneladas, ella y Max –por momentos se invierten los papeles y el héroe parece ser ayudante de la mujer– unen sus fuerzas para combatir a Immortan Joe, encarnado por el australiano Hugh Keays-Byrne, que ya formaba parte del reparto del primer “Mad Max”.

Atrincherado en La Ciudadela con su ejército de degenerados, pone en práctica un programa de reproducción con bancos de sangre y agricultura subterránea, es decir lo necesario para subsistir.

Gurú manipulador, adoctrina a los suyos haciéndoles creer que es un inmortal que regresó a la Tierra para prometer el Valhalla, el paraíso de los guerreros, a aquellos que se lancen en la batalla con fervor religioso.