Considerada muchas veces como una “maldición”, la menstruación es vista con poco cariño por ser motivo de incomodidad, dolores y vergüenzas femeninas. La mayoría de las mujeres pasan por esto, pero ¿cuántas otras hembras del mundo animal menstrúan?

La respuesta es sorpresiva, resulta que muy pocas especies presentan esta cualidad, incluso entre mamíferos. Como era de esperarse, también lo hacen la mayoría de los primates, como por ejemplo el macaco Rhesus que se encuentra en África. También menstrúan otro dos tipos de especies, mucho más inesperadas: murciélagos y musarañas elefantes.

Beverly Strassmann, antropóloga de la Universidad de Michigan, EE.UU, comenzó en 1996 a despejar algunas interrogantes cuando se preguntó porque las matrices de algunas especies pasan por ciclos reproductivos. Analizó que también hembras de otras especies construían paredes internas en el útero para preparar un posible embarazo y notó que, al no producirse, algunas absorbían y otras expulsaban el material, ya que no todas tienen la capacidad para reabsorber tanta sangre de manera eficiente.

“El hecho de que exista el sangrado en algunas especies no se debe a una adaptación, sino a un efecto secundario de la anatomía y la fisiología de estas”, afirmó Strassmann. Posteriormente, en 1998, Colin Finn, entonces profesor de la Universidad de Liverpool, agregó la idea de que son los embriones los que empujan y la matriz únicamente se defiende ante esto formando capas, que luego desecha cuando no son necesarias.

Musaraña elefante / buzzfed

Musaraña elefante / buzzfed

“Decidualización espontánea”

Que se trate de especies tan distintas entre sí, vuelve necesario preguntarse sobre cuál sería el aspecto en común que une a estas especies menstruadoras. La respuesta, señala Deena Emera, de la Universidad de Yale, es el nivel de control que estas hembras tienen sobre su útero.

Conforme a los estudios publicados por Emera y su equipo, estas especies controlan totalmente la transformación de su pared uterina por medio de la hormona progesterona. Es decir, sólo si esta pared es lo suficientemente gruesa, y sólo si contiene las células especializadas necesarias, pueden insertarse los embriones, con ello, en definitiva la hembra está controlando si va a preñarse o no: habilidad denominada decidualización espontánea.

En las otras especies la relación funciona de la manera contraria, es decir, es el embrión no nato el que controla la pared uterina, espesándose o no en respuesta al germen.

¿Por qué la evolución dictó esta diferencia? Emera ofrece dos posibles respuestas. Una primera alternativa dicta que fue un desarrollo de la madre para protegerse de fetos agresivos que escarban en exceso el útero de la madre en busca de alimento. La segunda opción, dice que la decidualización espontánea fue una respuesta de las madres para expulsar a embriones malos, en especies muy propensas a anomalías genéticas y embarazos interrumpidos.