En Moscú sonaron las campanas de Kremlin comenzaron a teñir el inicio de la gran parada del día de la victoria de Rusia, que puso fin a la Segunda Guerra Mundial. Con un costo de vidas enorme, las tropas enfrentaron a más del doble de los enemigos que combatieron las otras potencias aliadas en contra de los nazis.

El presidente de esta época en Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, reconoció su admiración ante el congreso diciendo “desde el punto de vista del coraje y la gran estrategia, no se puede pasar por alto el hecho indiscutible de que el ejército rojo sólo está destruyendo tropas, posiciones y armas del enemigo, más que la totalidad de las demás naciones unidas todas juntas”.

Por su parte el primer ministro británico, Winston Churchill, envió un mensaje al líder soviético Joseph Stalin diciendo “aprovecharé la ocasión de mañana para repetir ante la cámara de los comunes, lo que ya he señalado anteriormente, que el ejército rojo es precisamente el que le sacó las entrañas a la máquina de guerra de Alemania”.

También el líder de Francia en la Segunda Guerra Mundial, Charles de Gaulle, corroboró que el pueblo ruso, que había formado un río de millones de voluntarios combatientes, había sido el que quebrantó el poderío de la Alemania Nazi y sus aliados.

A los ojos del mundo y líderes de esa época, Rusia, la Unión Soviética, había realizado una proeza prodigiosa, derrotando al ejército más poderoso del mundo, y no se trataba de opiniones, eran hechos y cifras concretas las que componían esa epopeya las que iban a marcar un giro definitivo en la historia de la humanidad.

Escucha a continuación la crónica completa.