Un tribunal egipcio condenó este sábado al ex presidente Hosni Mubarak, expulsado del poder por una revuelta popular en 2011, y a sus dos hijos a tres años de cárcel por la malversación del equivalente de más de diez millones de euros.

Mubarak ya había sido condenado a tres años de prisión en primera instancia pero la corte de casación había anulado en enero la sentencia y ordenado un nuevo juicio.

Mubarak compareció con sus hijos Alaa y Gamal en la jaula de los acusados, vestidos de civil, al contrario de las audiencias anteriores en las que aparecían con el uniforme de los reclusos.

Recordemos que el ex presidente en teoría es libre, al igual que sus hijos, desde enero, debido a que han cumplido el máximo de prisión preventiva establecido por ley. Aún así Mubarak, de 87 años, permanece bajo vigilancia en un hospital militar de El Cairo, oficialmente por problemas de salud.

Por el momento se desconoce si, tras la audiencia de este sábado, volverán a ser detenidos, y si esta nueva condena, que puede ser apelada, quedaría cubierta por la prisión preventiva cumplida.

El juez del tribunal de El Cairo confirmó el sábado los tres años de cárcel declarados en primera instancia contra Mubarak, pero rebajó la sentencia para Alaa y Gamal, que habían sido condenados a cuatro años antes de que la corte de casación anulara el veredicto de enero.

Mubarak había sido encarcelado en abril de 2011 después de que en febrero de ese año una revolución popular lo obligara a dimitir. Llevaba 30 años en el poder.

En noviembre pasado, un tribunal había desechado los cargos en su contra por la muerte de manifestantes durante la revuelta de 2011, que le había valido una cadena perpetua en primera instancia. Pero seguía detenido en el hospital militar de El Cairo por un caso de corrupción.

El 30 de noviembre, Egipto recibió con indiferencia el abandono de las acusaciones contra Mubarak por la muerte de 846 manifestantes durante la revuelta que estalló durante las primaveras árabes en enero y febrero de 2011. Una medida motivada por “defectos de procedimiento”.

El ex jefe de las fuerzas armadas Abdel Fattah al Sisi dirige con mano de hierro el país. Fue elegido presidente después de haber derrocado al islamista Mohamed Mursi en julio de 2013 y reprimido duramente a sus partidarios.

Organizaciones internacionales de defensa de los derechos humano han acusado al nuevo gobierno de Sisi de ser más autoritario y represivo que el de Mubarak, desde que derrocó y encarceló a Mursi, el primer presidente electo democráticamente.

Desde su derrocamiento el 3 de julio de 2013, más de 1.400 manifestantes pro Mursi murieron a manos de la policía o del ejército y más de 15.000 personas, esencialmente miembros de la cofradía de los Hermanos Musulmanes, fueron encarceladas. Cientos de ellas fueron condenadas a muerte.

Sisi también arremetió contra la oposición laica y de izquierda, encarcelando a decenas de activistas de la revuelta de 2011.