El Señor de las Tinieblas, Príncipe de este Mundo, Serpiente Antigua, El Maligno y Satanás son alguna de las formas en que se le llama al Diablo.

Asimismo, suele representársele de horribles formas. Siempre con garras, colmillos y cuernos…sin embargo, la forma clásica de caricaturizarlo es con piel de color rojo, cuernos, patas de cabra, cola en punta de flecha y un tridente en la mano.

Ha sido protagonista de libros, películas, pinturas e incluso ha sido representado en dibujos animados. Mucho se ha dicho de él, pero cada vez son más quienes no creen en su existencia.

¿Existe realmente? ¿Cuál es su historia? ¿Son el Diablo, Satanás, Lucifer, Belcebú nombres de una misma entidad? ¿Qué dicen de él sus detractores y seguidores?

Ángeles y demonios

Dice la tradición que Dios creó a los ángeles y ellos lo reconocían como tal. Sin embargo, no se mostró a ellos, sino que los habría sometido a una prueba antes de que pudieran contemplar su Divinidad.

Algunos ángeles obedecieron y pasaron la prueba, otros no. Según plantea José Antonio Fortea en el libro Summa Daemoniaca, “se sucedieron unas fases en la psicología de los ángeles antes de transformarse en demonios”.

Todo comenzó con la duda. La duda de que quizás la desobediencia a la Ley divina fuera lo mejor. En el momento en que aceptaron voluntariamente la posibilidad de que la desobediencia a Dios fuese una opción a considerar, pecaron.

A pesar de que el dictamen de su inteligencia les decía que esta desobediencia iba en contra de la razón, sus voluntades se fueron alejando de Dios. Como consecuencia, sus inteligencias fueron aceptando como verdadero el mal que su voluntad había escogido.

gacabo (CC) | Flickr

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Luego, los ángeles no sólo quisieron desobedecer, sino que decidieron llevar una vida al margen de la Ley Divina. Los ángeles que perseveraron en esta decisión comenzaron el proceso de justificarla, dijeron que Dios no era Dios, sino sólo era un espíritu más igual que ellos.

Lo reconocían como creador, pero decían que en Él había errores y fallos. Empezaron a considerarlo un tirano del que había que liberarse y un obstáculo para su felicidad y comenzaron a odiarlo.

Hubo una batalla en el cielo, algunos de estos ángeles se arrepintieron. La batalla acabó cuando cada ángel quedó encasillado en su postura de forma irreversible.

Fue entonces, cuando a los ángeles se les admitió ante la presencia de Dios y a los demonios se les dejó que se alejaran. Satanás habría sido quien lideró la rebelión de los ángeles que terminaron convirtiéndose en demonios.

El enemigo de la humanidad

Según el exorcista José Antonio Fortea, Satán era el más poderoso, bello e inteligente de los ángeles que se rebelaron. Y a su parecer, él y el Diablo serían la misma entidad. Sin embargo, para él y para el exorcista Gabriele Amorth, Lucifer –nombre que se suele utilizar como sinónimo de los anteriores- sería el segundo demonio en importancia en la jerarquía demoníaca.

Para quienes consideran al Diablo el mayor enemigo de los hombres, él sería el responsable de nuestra situación actual. Ya que según el relato Bíblico habría entrado en el Jardín del Edén para sembrar la duda en Adán y Eva, y hacerles la promesa de que si desobedecían a Dios y comían del único fruto que les estaba prohibido serían “como dioses”. A raíz de esa desobediencia entró la muerte en el mundo.

Luego de la caída del hombre, Dios no lo abandonó, sino que sigue llamándolo, según se establece en el Catecismo de la Iglesia Católica. ¿Podría esto aumentar el odio y la envidia del Diablo hacia “los hijos de Dios” y el deseo de que compartan su destino?

Mark B. Schlemmer (CC) | Flickr

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En una entrevista en octubre de 2014 el psiquiatra Valter Cascioli, portavoz de la Asociación Internacional de Exorcistas, afirmó que “la astucia del diablo es hacernos creer que no existe”, ya que así logra separarnos de Dios y de los demás.

El mismo Papa Francisco en sus homilías ha insistido en la existencia del Diablo. “A esta generación y a muchas otras se les ha hecho creer que el diablo era un mito, una figura, una idea, la idea del mal ¡pero el diablo existe y nosotros debemos combatir contra él!”.

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El padre Gabriele Amorth, en su libro Habla un Exorcista, es enfático en señalar que “No exagera san Agustín al afirmar que si Dios le dejara las manos libres a Satanás, «ninguno de nosotros permanecería con vida». Al no poder matarnos, trata de hacernos sus seguidores, buscando nuestra confrontación con Dios, del mismo modo que él se opuso a Dios”.

El portador de luz

La Iglesia de Satán, fundada en 1966 por Anton Szandor La Vey, niega la existencia del Diablo. Dicen que su iglesia es la primera “basada en la celebración de las gratificaciones carnales y la búsqueda de la felicidad material y el éxito, en contraste con la ‘iluminación espiritual’ y la unión con ‘Dios’. Significa literalmente un abrir de ojos para aquellos que desean desprenderse de la falsa moral y la fe ciega, para comenzar a ver con sus propios ojos y pensar con su propia mente”.

Para ellos Satán es una idea, inteligencia, conocimiento, resistencia, individualismo y equilibrio.

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Una de las influencias en el pensamiento de La Vey fueron las obras del ocultista Aleister Crowley, quien en su autobiografía escribió: “Simplemente fui cerca de Satanás, y todavía no sé por qué. Pero me encontré apasionado de servir a mi nuevo maestro… no estaba contento en creer en mi diablo personal y servirlo, en el sentido ordinario del mundo. Lo quería conocer personalmente y convertirme en el principal miembro de su staff”.

Wikimedia Commons

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Por su parte, Helena Blavatsky, una de las fundadoras de la Sociedad Teosófica en 1874. En su libro La Doctrina Secreta señala que “Satán es también Lucifer, el Ángel brillante de Luz, el portador de la Luz y de la Vida, el ‘Alma’ separada de los Santos, los otros Ángeles, por un período, anticipando el tiempo en que debían ellos descender a la tierra para encarnar a su vez”.

También plantea que Lucifer es “metafóricamente, la antorcha conductora que ayuda al hombre a encontrar su ruta a través de los arrecifes y los bancos de arena de la vida”.

Blavatsky sostiene además que es muy natural considerar a la serpiente del Génesis como el verdadero “creador y bienhechor”, ya que “abrió los ojos del autómata, creado por Jehovah, según se pretende. Y aquel que fue el primero en susurrar: ‘el día en que comáis de él, seréis como Elohim, conociendo el bien y el mal’, sólo puede considerarse bajo el aspecto de un Salvador”.