Tras ser liberadas por el ejército nigeriano, algunas empiezan a hablar: las cautivas del grupo islamista Boko Haram, prisioneras durante meses en el norte de Nigeria, cuentan el sufrimiento, el hambre y las amenazas.

Cerca de 700 mujeres y menores fueron rescatadas la pasada semana de los insurgentes que las tenían retenidas en el bosque de Sambisa, uno de sus feudos.

El domingo por la noche las autoridades anunciaron haber trasladado a un campo de desplazados a 275 mujeres y niños en la capital del estado de Adamawa, Yola.

Traumatizadas y algunas víctimas de la desnutrición, las ex rehenes quedaron en manos de la Agencia Nacional de Gestión de Emergencias (NEMA), que las asiste con apoyo psicológico y trabaja para facilitar su reinserción social.

“Ocho mujeres y quince niños fueron hospitalizados por heridas producidas durante la operación de rescate”, declaró a AFP un portavoz de la agencia, Sani Datti.

Una de las rehenes, Binta Abdullahi, de 18 años, había sido secuestrada en su pueblo cerca de Madagli, en el norte del estado de Adamawa, hace más de un año. Logró recobrar la libertad pero otras no corrieron su misma suerte.

“Cuando los militares asaltaron el campo donde estábamos detenidas, nuestros secuestradores nos dijeron que nos refugiáramos bajo los árboles y los arbustos para escapar a los bombardeos del ejército”, declaró la joven a los periodistas a su llegada a Yola.

“Las mujeres que estaban escondidas bajo los árboles fueron atropelladas por los carros de combate que avanzaban sin saber que estaban allí”, declaró Binta Abdullahi.

“Los soldados hicieron subir a los vehículos a las que estaban demasiado débiles o enfermas y pidieron a las otras que caminaran tras ellos para esquivar las minas esparcidas por Boko Haram por todas partes”, explicó.

“Nos venderían como esclavas”

Binta Abdullahi explicó que había estado detenida en dos sitios distintos antes de que la llevaran al bosque de Sambisa el mes pasado.

Al parecer, Binta pasó por el “cuartel general” de Boko Haram en Gwoza, una ciudad del noreste de Nigeria donde el grupo, que juró fidelidad a la organización yihadista Estado Islámico, proclamó un “califato” el año pasado sobre los territorios que controlaba en aquel momento.

Sus dos hermanas, que también fueron secuestradas, consiguieron huir pero ella decidió quedarse pues se había hecho cargo de tres niños de entre tres y cuatro años cuyas madres no figuraban entre las cautivas. “No podía abandonarlos”, explicó.

Su testimonio se parece al de otras rehenes que hablaron sobre matrimonios forzados, abusos sexuales y maltrato psicológico por parte de sus captores. A algunas se las obligó a ir a luchar al frente.

“Nos pidieron que nos casáramos con miembros de Boko Haram pero les dijimos que eso no era posible porque ya estábamos casadas”, dijo la joven. “Entonces nos dijeron que nos venderían como esclavas llegado el momento”, agregó.

Otra mujer, Lami Musa, de 19 años, estaba embarazada de cuatro meses cuando, hace cinco meses, los hombres de Boko Haram invadieron su aldea cerca de Chibok.

En Chibok, el grupo islamista secuestró a más de 200 chicas el año pasado, un rapto que conmocionó a Nigeria y a todo el mundo. Este secuestro se convirtió en el símbolo de los raptos de los insurgentes quienes, según Amnistía Internacional, podrían haber secuestrado a unas 2.000 mujeres desde principios de 2014.

Lami Musa contó haber escapado a un matrimonio forzado porque estaba embarazada, aunque sus secuestradores le dijeron que la desposarían una vez hubiera dado a luz.

“Por suerte, fui rescatada al día siguiente de tener a mi hijo”, contó.

Las autoridades empezaron a identificar en Yola a los exrehenes, según el portavoz de la NEMA, Sani Datti.

Pero se desconoce cuánto tiempo tendrán que quedarse en el campamento de desplazados, donde se les entregaron alimentos, mantas, colchones, mosquiteras, jabón y detergente.