“¿Adónde vamos a ir?”, se pregunta Tiba Qeren, de ocho años, despidiéndose de su casa en Ramla. Israel ordenó su destrucción, puesto que, como miles de otras familias árabes, la suya no pudo obtener un permiso de construcción.

“Tengo miedo. Sé que van a destruir nuestro hogar como han destruido otros en Ramla”, dijo la pequeña en una ciudad en la que conviven árabes y judíos israelíes, a unos 18 kilómetros de Tel Aviv.

Estoy molesta porque me digo a mí misma: ¿qué derecho tienen de destruir nuestra casa?“, agrega, con su joven voz temblando de ira. “La tierra no es de ellos. Es de mi familia y la casa no es de ellos, porque la construyó mi familia“, explica.

Los árabes israelíes, descendientes de los 160.000 palestinos que se quedaron en sus tierras tras la creación del Estado de Israel en 1948, son hoy en día más de 1,3 millones de personas, el 20% de la población total israelí.

Representantes de la ultraderecha israelí, como el canciller saliente Avigdor Lieberman, han acusado a una parte de la minoría árabe israelí de constituir un peligro para la seguridad del país. Estas opiniones no reflejan la posición oficial del gobierno israelí, pero defensores de los derechos de los árabes israelíes, como el grupo Adalah, consideran que el gabinete del primer ministro saliente Benjamin Netanyahu los discrimina.

Así, Adalah recalca que sólo 4,6% de las nuevas viviendas que se construyen en Israel están en ciudades y pueblos árabes.

Los colonos judíos israelíes de Cisjordania ocupada y de Jerusalén Oriental -la parte de la ciudad anexada por el Estado de Israel, pese a las protestas de la comunidad internacional, la cual no reconoce esta anexión- que son alrededor de 580.000, se benefician de cuatro veces más viviendas que los árabes israelíes, agrega el grupo en su portal internet.

El miércoles, cinco apartamentos en el pueblo árabe de Bahmash, entre Ramla y Lod, fueron demolidos por carecer de permiso de construcción, indicó a la AFP un habitante de la zona.

El lunes, una vivienda en el pueblo de Kfar Kana, en Galilea, en el norte del Estado de Israel, se demolió por las mismas razones. Mientras que en Ramla, 11 familias recibieron avisos de demolición la semana pasada.

Ante esta situación, líderes de la comunidad árabe israelí llamaron a una huelga general el miércoles.

A lo largo y ancho del país, la amenaza potencial es elevada, estimó un exparlamentario árabe, Hana Sweid. “Unos 25.000 hogares árabes están en la mira de las órdenes de demolición”, declaró a la AFP.

“La policía vino hace una semana y nos dijo que teníamos que abandonar la casa tranquilamente, sin resistencia”, dijo el padre de Tiba, Yusef Qeren, de 49 años. “Les dije que 12 personas vivían aquí”, afirmó, agregando que había pedido permisos de construcción en vano en cuatro oportunidades.

Un comité local que se opone a las demoliciones previstas puso una tienda de campaña, con un cartel muy grande en el que reza en árabe y hebreo: “Están destruyendo las casas de los árabes y construyendo otras para los colonos”.