“¡Si tiene hambre y no tiene dinero, venga a comer gratis!”. Lejos del lujoso centro de Doha, un modesto restaurante de dos hermanos indios quiere a ayudar a los trabajadores asiáticos en la miseria.

El ejército de extranjeros que trabajan en las múltiples obras de la capital catarí, en particular en las infraestructuras para el Mundial de Fútbol 2022, vive en la “zona industrial”, un barrio de fábricas, talleres y viviendas baratas a una quincena de kilómetros al sur de Doha.

Muchos, procedentes de India, Nepal, Bangladesh o Sri Lanka, han elegido la cantina Zaiqa, un restaurante de dos hermanos indios que proponen todos los días platos baratos, como el curry de pescado a 6 riales (978 pesos).

Karim Jaafar | Al-Watan-Doha | AFP

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Desde hace tres semanas, el restaurante propone un plato gratuito para aquellos que no pueden siquiera gastarse esa cantidad.

Cuando colgamos el anuncio, “se me saltaban las lágrimas”, dice Shadab Khan, que asegura la idea es de su hermano pequeño Nishab, algo insólito en este rico emirato petrolero.

Según uno de los clientes de Zaiqa, Ghufran Ahmed, “muchos trabajadores ganan entre 800 y 1.000 riales al mes (entre 130 y 163 mil pesos)”.

“Pero tienen que enviar dinero a sus casas, y como la vida aquí es cara, a mucha gente no le queda dinero para comer”, dice este mecánico nepalí.

“Nos dimos cuenta de que mucha gente venía aquí simplemente para comprar pan y comerlo con agua”, dice por su parte Shadab.

Amor propio

“Y es que en realidad no tienen dinero para comprar nada más. Por eso, tratamos de darles comida”, cuenta Shadab, de unos cuarenta años e instalado en Catar desde hace 13.

En Catar, con 2,3 millones de habitantes, hay entre 700.000 y 1 millón de trabajadores extranjeros, pero es una población poco visible, cuyas condiciones de vida han sido muchas veces denunciadas por las organizaciones de defensa de los derechos humanos.

El gobierno catarí ha respondido a las críticas obligando a las empresas a hacer transferencias bancarias para pagar a los trabajadores.

Pero la medida todavía no está en marcha y muchos reciben su salario con retraso o simplemente no lo reciben.

Según Shadab, el gobierno sabe que hay gente que pasa hambre en el país, pero con excepción de la ayuda de algunas ONG, los trabajadores están abandonados a su suerte en la zona industrial.

Hasta ahora, no son muchos los que vienen a comer gratis. “Como máximo, dos o tres personas al día”, dice Shadab.

Muchos no vienen por “amor propio”, asegura.

Por este motivo, piensa instalar un refrigerador lleno de víveres frente al restaurante.

“No pondremos candados y escribiremos la fecha de elaboración (…) De esta manera, si alguien quiere venir a servirse no tendrá que entrar en el restaurante”, explica.

Mientras tanto, los dos hermanos tendrán que resolver otros problemas, en particular el litigio sobre el alquiler del restaurante que podría obligarlos a echar el cierre.

Karim Jaafar | Al-Watan-Doha | AFP

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