Las recientes imágenes de la destrucción de tesoros arqueológicos en Irak avivaron el temor por el rico patrimonio de Libia, donde los grupos yihadistas no paran de ganar terreno.

La riqueza patrimonial de Libia no es muy conocida, pero poco tiene que envidiar a la de Italia, su antigua potencia colonial, o a Grecia. Cirene se conoce como “La Atenas de África” y su templo de Apolo suele compararse al de Olimpia.

Tanto Cirene, como las ciudades de Leptis, Sabratha (norte), Ghadames (oeste) et Akakus (sur) fueron declaradas patrimonio mundial de la Unesco.

“Tememos que los extremistas ataquen nuestro patrimonio como ya hicieron en Irak”, declaró a la AFP el jefe del servicio de antigüedades libias, Ahmed Hasan, en Shahat, una ciudad del este cercana a Cirene. Por eso “trabajamos con socios extranjeros y otros actores”, añadió.

“Expertos y arqueólogos temen que se repita en Libia el escenario iraquí”, confiesa Mohamed al Chelmani, responsable del departamento de arqueología de Bengasi, la gran ciudad del este.

El grupo Estado Islámico publicó en febrero un vídeo en el que aparecen los yihadistas destrozando numerosas piezas arqueológicas, como objetos inestimables expuestos en el museo de Mosul, bastión del EI en Irak.

Esta organización yihadista que controla desde 2014 numerosas regiones del país también habría saqueado lugares arqueológicos.

Mausoleos destruidos

Los yihadistas avanzan en Libia, en particular en el este, aprovechándose del caos reinante desde la caída del coronel Gadafi en octubre de 2011.

El país se encuentra bajo el yugo de milicias rivales, con dos gobiernos y parlamentos y sin visos de una solución política de la crisis.

A finales de 2104, una emblemática estatua de una mujer que acariciaba una gacela desapareció de Trípoli, un acto atribuido por las autoridades a “terroristas”.

Varios mausoleos de la capital y de otros lugares fueron destruidos por islamistas radicales que consideran que la veneración de santos musulmanes o de sus tumbas es contraria a la unicidad de Dios.

En este contexto, los arqueólogos no descartan poner al abrigo “fuera del país” los tesoros amenazados y repatriarlos en cuanto se haya restablecido la seguridad, explicó Chelmani.

Para llevarlo a cabo -dice- se pedirá ayuda a la Unesco y a la ONU.

La lucha contra el tráfico de antigüedades alimentado por las excavaciones clandestinas es otra de las prioridades.

Ha habido varios robos en Sirte (norte), en Cirene y en otras localidades del este, según el portavoz del departamento de antigüedades, Fatala Kamech.

A finales de 2011, “el tesoro de Bengasi”, una colección de alrededor de 8.000 piezas de oro, plata y bronce, que se remonta a Alejandro Magno, y que estaba conservada en un banco de esta ciudad, se volatilizó.

Los arqueólogos lamentan que los libios no sean conscientes de la importancia de su patrimonio preislámico.

El experto libio en arqueología Fadhl al Hasi cita como ejemplo la destrucción de al menos 15 lugares desde 2011 por habitantes que construyeron casas en su lugar, algunas de ellas en Shahat.

En Tobruk, en la frontera egipcia, un antiguo palacio islámico fue dañado y se usa como establo.

La mayoría de los lugares arqueológicos, en plena naturaleza, están protegidos únicamente por civiles desarmados del departamento de Antigüedades.