Expertos de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) regresarán a la central accidentada de Fukushima en abril, a petición de las autoridades niponas, debido a nuevos problemas de agua contaminada ocurridos tras su visita de febrero, anunció el Gobierno de Japón.

Los especialistas de la organización debían elaborar próximamente un informe final después de su misión precedente, pero las averías recientes constatadas requieren explicaciones complementarias, estimó el Ministerio de Industria japonés.

Los expertos estarán en Japón del 17 al 21 de abril para reunirse con responsables nipones de la Agencia de Energía y de la compañía gestora de la central, la Tokyo Electric Power (Tepco).

También se desplazarán directamente al complejo atómico Fukushima Daiichi destrozado por el sismo y el tsunami del 11 de marzo de 2011.

Aunque se han dado pasos de cara al desmantelamiento, persisten graves problemas de gestión de las fenomenales cantidades de agua contaminada en el recinto.

Después de la última visita de los equipos de la AIEA, que saludaron el trabajo realizado el último año, se han producido nuevos contratiempos, como desbordamientos importantes de agua de lluvia, el descubrimiento de un estanque de agua en un edificio del reciento o la contaminación, temporal pero importante, del agua de un canal que traviesa el emplazamiento y desciende hasta el vecino océano Pacífico.

El agua es uno de los problemas más espinosos que debe tratar Tepco en Fukushima Daiichi.

Aguas de regadío, subterráneas, de lluvia forman una masa líquida más o menos radioactiva que se trata con medios apenas suficientes.

Más de 1.100 depósitos se han construido en el recinto de la central pero las cantidades siguen aumentando a diario.

La AIEA había expresado su inquietud ante el volumen creciente almacenado en cisternas de fiabilidad incierta, y estimó que la situación tampoco se puede eternizar.

No obstante, la agencia internacional, como otras voces, parece pensar que a la larga no quedará más solución que verter toda esa agua al mar, después de expurgarla lo más posible de los elementos radioactivos que contiene.

Los pescadores locales, los países vecinos y los grupos medioambientales se oponen todos a esta eventualidad.