En el mundo de los negocios ligados al deporte, especialmente en lo que a auspicios se refiere, clave es tener ‘buen ojo’ al momento de fichar a jugadores que comienzan a crearse un ‘nombre’, así como también lo es negociar adecuadamente para conseguir la firma de aquel diamante en bruto que está llamado a ‘dominar’ en el orbe en alguna disciplina y obvio, algo de suerte también.

Corría 1981 y un tal Michael Jordan se hacía espacio en el básquetbol universitario estadounidense, específicamente en Carolina del Norte. Con un juego vistoso, Jordan llamada la atención y era sindicado como posible figura en la NBA.

Convertido en figura en su equipo, con un título nacional bajo un brazo y el premio a mejor jugador universitario en el otro, Jordan estaba listo para dar el salto a la NBA siendo fichado por los Chicago Bulls en el tercer lugar del draft de 1984.

Fue ahí cuando Jordan se acercó a la firma alemana buscando ser auspiciado por Adidas, debido principalmente a que la marca de las tres franjas era la misma que proveía a su equipo universitario.

Todo iba viento en popa con los distribuidores estadounidenses, sin embargo, fueron los jerarcas germanos quienes dudaron y dieron pie atrás al negocio.

Para los alemanes, los consumidores se inclinaban por jugadores de básquetbol que sean más altos que Jordan, quien medía 1,98 metros.

Además, Nike también había realizado una lucrativa oferta, la que en Adidas desecharon de igualar debido a que era muy arriesgado, de acuerdo a lo que señala el Wall Street Journal.

Ya en 1984 Nike comenzó a sacar provecho de la situación, y con un Jordan que deleitaba a fanáticos con su gran desempeño en la NBA salieron al mercado las primeras ‘Nike Air’. El final de la historia… usted ya lo sabe. La máquina de dinero en torno a la figura mediática del mejor jugador de básquetbol de todos los tiempos no se detuvo.

Como dato, tal fue el fervor que provocó el ’23′ de los Bulls (o ’45′ en su primer retorno a las pistas), que en 1997 Nike decidió crear una línea aparte: ‘Air Jordan’.