Japón conmemora este viernes el 20 aniversario del ataque con gas sarín perpetrado por una secta en el metro de Tokio, en el que murieron 13 personas y 6.300 resultaron intoxicadas. 

El 20 de marzo de 1995 cinco miembros de la secta Aum Verdad Suprema arrojaron paquetes de gas sarín en los atestados vagones del metro a la hora punta. 

Los empleados de la estación Kasumigaseki, centro neurálgico del Gobierno japonés, guardarán un minuto de silencio a las 08H00 locales (23H00 GMT del jueves), la hora del ataque que hace dos décadas dejó 13 muertos y 6.300 con dolencias a veces irreversibles. 

Los japoneses recuerdan ahora las imágenes de aquel drama que les parecía totalmente improbable en una capital tan segura, aunque unos meses antes siete personas habían muerto y casi 600 se intoxicaron con el mismo gas en la ciudad central de Matsumoto, en lo que fue una especie de ensayo

El recuerdo está más presente ahora que tiene lugar el proceso del último sospechoso detenido, en junio de 2012, Katsuya Takahashi.

Trece miembros de la secta, incluyendo su líder Shoko Asahara (un maestro de yoga medio ciego que se llama en realidad Chizuo Matsumoto y tiene ahora 60 años), fueron condenados a muerte por diversos crímenes, incluyendo el ataque con gas sarín, y ninguno ha sido ejecutado. 

Según las autoridades judiciales, Aum cometió los atentados para crear una situación de desorden, perturbar la labor de la policía, que investigaba al movimiento, y por último concretar las predicciones apocalípticas de Asahara.

El líder fue detenido en un edificio de la secta cerca del monte Fuji dos meses después del atentado de Tokio. 

Asahara logró reunir cerca de 10.000 seguidores (192 fueron encausados) con una doctrina que mezclaba enseñanzas budistas e hinduistas, con visiones apocalípticas. En medio de su creciente paranoia de que sus enemigos querían asesinarlo, comenzó a obsesionarse con el gas sarín, una sustancia neurotóxica utilizada por los nazis. 

Japón siguió con una mezcla de fascinación y angustia el nacimiento y auge de Aum a lo largo de los años ochenta y noventa.

A pesar de numerosos testimonios y libros (incluyendo “Underground”, documento firmado por el novelista Haruki Murakami), los hechos de 1995 siguen sin tener explicación.