Los israelíes votan este martes para elegir un nuevo Parlamento y determinar si el primer ministro, Benjamin Netanyahu, sigue cuatro años más al frente del gobierno o llegó la hora del cambio de la mano del laborista Isaac Herzog.

Unos 5,88 millones de electores podrán votar para elegir a los 120 diputados de la cámara, en más de 10.000 centros de votación ubicados en escuelas, hospitales y cárceles de todo el país.

Los centros electorales abrieron a las 05h00 GMT (02H00 de Chile) y cerrarán a las 20h00 GMT (17H00 de Chile), hora en que se difundirán los primeros sondeos a pie de urna.

Sin embargo, los israelíes deberán esperar hasta bien entrada la noche para tener una idea precisa de la configuración de su 20ª Kneset y, probablemente, varias semanas para conocer el nombre del nuevo jefe de gobierno.

Benjamin Netanyahu y su esposa Sara votaron a las siete de la mañana en una escuela de Jerusalén.

“No habrá gobierno de unión con el Partido Laborista”, declaró Netanyahu tras emitir su voto.

“Formaré un gobierno nacional”, es decir de derecha, afirmó el primer ministro, cuyo partido -el Likud- figuraba en los últimos sondeos previos a la elección por debajo de la Unión Sionista, liderada por Isaac Herzog.

En las últimas horas de una campaña en la que apenas se habló del conflicto con los palestinos, Netanyahu dio un golpe de timón derechista, con declaraciones destinadas a buscar votos de la extrema derecha y los colonos.

El laborista Isaac Herzog, de 54 años, basó en cambio su campaña en los temas económicos y sociales, y podría convertirse en el primer jefe de gobierno laborista desde hace 14 años.

Aires de referéndum

Las legislativas se convirtieron de hecho en un referéndum a favor o en contra de Netanyahu, de 65 años, primer ministro desde 2009, y en el poder casi una década si se tiene en cuenta el primero de sus tres mandatos, de 1996 a 1999.

Fue el propio Netanyahu el que precipitó estas elecciones anticipadas, convocadas dos años antes de lo previsto, cuando a fines de 2014 rompió la colación gubernamental, demasiado indisciplinada a su gusto.

En ese momento, Netanyahu consideró que estaba en posición de fuerza frente a sus adversarios, en particular Herzog, un abogado que fue varias veces ministro y es criticado por su falta de carisma.

Sin embargo, los últimos sondeos atribuían a la Unión Sionista de Herzog y la centrista Tzipi Livni entre 25 y 26 diputados, cuatro más que al Likud.

De las 25 listas en competición, unas 11 superarían, según los pronóstico, el mínimo necesario para acceder al reparto de escaños.

Teniendo en cuenta las múltiples alianzas posibles entre todos esos partidos, el resultado de la elección podría dar lugar a un largo período de negociaciones antes de la formación de un gobierno.

En el sistema político y electoral israelí, el presidente no está obligado a convocar al jefe del partido más votado para formar el nuevo gobierno.

El presidente Reuven Rivlin tendrá que estudiar la correlación de fuerzas y designar al diputado que tenga más posibilidades de formar una alianza gubernamental.

Durante la campaña, Netanyahu se presentó como el único dirigente capaz de garantizar la seguridad de Israel frente a sus múltiples enemigos, entre ellos Irán y el yihadismo.

Sin embargo, su discurso alarmista y su intervención exepcional en el Congreso de Estados Unidos no alcanzaron para cambiar la tendencia de los sondeos.

Por su parte, Herzog y Livni atacaron a Netanyahu en el terreno social, criticano la carestía de la vida, el precio de los alquileres y las desigualdades sociales.

En el último tramo de la campaña, Netanyahu hizo todo lo posible para recuperar el voto de los decepcionados del Likud y los indecisos.

Esos electores podrían votar a los partidos centristas, como Yesh Atid (Hay Futuro) o Kulanu, la lista de Moshe Kahlon, un ex dirigente del Likud, que, según los analistas, podría tener la llave del próximo gobierno.

Ante la previsible atomización del nuevo parlamento, algunos expertos se interrogan sobre la posibilidad de que el presidente Rivlin trabaje para la creación de un gobierno de unidad nacional entre el Likud y el Partido Laborista a fin de terminar con la inestabilidad política crónica de Israel.