La guerra en Siria entró este domingo en su quinto año con un balance humanitario dramático, un régimen cada vez más aferrado al poder y una comunidad internacional preocupada ante todo por las atrocidades del grupo yihadista Estado Islámico (EI).

Las ONG internacionales condenaron esta semana el “fracaso” de los gobiernos de todo el mundo para encontrar una solución a la guerra, que según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) le ha costado la vida a más de 215.000 personas, haciendo un cálculo conservador.

Además, la contienda ha obligado a la mitad de la población siria a abandonar sus hogares.

La imagen de las manifestaciones pacíficas iniciadas el 15 de marzo de 2011 desapareció hace mucho tiempo.

La revuelta popular contra el régimen se militarizó frente a la represión gubernamental hasta convertirse en una guerra civil compleja, en la que se enfrentan tropas leales al régimen, varios grupos rebeldes, fuerzas kurdas y organizaciones yihadistas.

La diplomacia se encuentra en punto muerto, tras dos series de negociaciones en vano entre régimen y oposición. Dos enviados especiales tiraron la toalla y un tercero intentó hacer aplicar sin éxito una suspensión de los combates en Alepo.

Peligroso giro

La incapacidad de la comunidad internacional para poner fin al derramamiento de sangre alimenta el sentimiento de amargura y abandono de los sirios, quienes atraviesan, según Naciones Unidas, “la situación más importante de emergencia humanitaria de nuestra era”.

Casi cuatro millones de personas han huido de Siria. Entre ellas, un millón buscaron refugio en el vecino Líbano.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) advirtió del “peligroso giro” que toma la crisis, ya que dos millones de sirios menores de 18 años podrían convertirse “en una generación perdida”.

En el interior del país, más de siete millones de sirios abandonaron sus hogares y cerca del 60% de la población vive en la pobreza.

Los combates destrozaron las infraestructuras y, con ello, generaron una gran escasez de electricidad, agua y alimentos, especialmente en las zonas sitiadas por el ejército.

Las ONG de defensa de los derechos humanos investigaron las atrocidades cometidas por el régimen sirio de Bashar al Asad.

Más de 13.000 sirios murieron torturados en las cárceles desde el inicio del levantamiento popular y otras decenas de miles continúan todavía en las prisiones gubernamentales, aunque muchos de ellos figuran como desaparecidos.

Según el OSDH, entre los 215.518 muertos que contabilizó, hay más de 66.000 civiles, de los cuales 10.800 niños.

Asad se aferra al poder

A pesar de la indignación internacional por el número de víctimas y el presunto uso de armas químicas por el régimen a mediados de 2013, Bashar al Asad continúa aferrado al poder, máxime cuando sus fuerzas se consolidan en la periferia de Damasco y Alepo en detrimento de la rebelión.

Frente a los rebeldes, el ejército hace gala de su superioridad militar, reforzada con combatientes extranjeros como los del Hezbolá libanés. A pesar de las pruebas aportadas por las ONG, Asad desmiente el uso de barriles de explosivos.

Los países occidentales, que reclamaban la marcha de Asad en 2011, se volvieron menos vehementes tras el auge del grupo Estado Islámico, considerado actualmente como la organización “terrorista” más peligrosa y mejor financiada del mundo. El jefe de la diplomacia estadounidense, John Kerry, subrayó además que la prioridad de Washington era vencer a los yihadistas.

Pocas esperanzas de paz

Desde mediados de 2014, Estados Unidos dirige una coalición internacional contra el EI en Irak y en Siria, donde los yihadistas proclamaron un califato en los territorios bajo su control.

Los bombardeos aéreos permitieron a las fuerzas kurdas expulsar a los yihadistas de algunas regiones en el norte de Siria, si bien el EI mantiene su fuerza, como demuestran los videos difundidos de decapitaciones de civiles, periodistas y cooperantes.

El grupo extremista sunita atrae a miles de combatientes extranjeros, entre ellos muchos occidentales, lo que aumenta el temor de posibles ataques yihadistas tras regresar a sus países de origen.

Las esperanzas de paz en Siria se desvanecen poco a poco. No obstante, una nueva ronda de negociaciones está prevista entre enviados de Damasco y una delegación de la oposición siria en abril en Moscú, un aliado de Asad, cuyo resultado es incierto.