Washington afirmó el viernes haberse coordinado con las autoridades de Corea del Sur para mejorar la seguridad de su embajador, Mark Lippert, atacado el jueves en Seúl, y defendió sus procedimientos.

Las autoridades surcoreanas “aumentaron la seguridad desde el ataque”, anunció la portavoz adjunta del Departamento de Estado, Marie Harf.

No obstante, la funcionaria se mostró indignada ante insinuaciones de que el embajador estadounidense no estaba suficientemente protegido en el momento del ataque que sufrió – tenía un solo guardaespaldas – tomando en cuenta las tensiones entre Corea del Sur y su vecino del norte.

“En cada misión diplomática la oficina de seguridad diplomática del Departamento de Estado hace un estudio profundo del grado de riesgo”, explicó, y añadió que Seúl era considerado como una oficina de bajo riesgo para los diplomáticos estadounidenses.

Lippert tenía por lo tanto un guardaespaldas asignado por las autoridades coreanas, “un procedimiento estándar para el embajador en Seúl”.

Seúl lleva a cabo una investigación sobre la agresión en coordinación con la embajada estadounidense en Seúl, y el departamento de Estado verá si es necesario cambiar algo, dijo Harf.

La policía surcoreana anunció el viernes que llevará a cabo una investigación sobre las eventuales relaciones con Corea del Norte del autor del ataque, Kim Ki-Jong, de 55 años, que podría ser acusado de intento de asesinato.

También se enfrenta a un cargo de violencia contra un enviado extranjero tras herir el jueves con un cuchillo a Lippert, quien necesitó 80 puntos de sutura en el rostro, indicó la agencia de noticias Yonhap.

Los elementos que empiezan a aparecer en Corea del Sur sobre el perfil del agresor dejan entrever que se trata de un lobo solitario, un ferviente nacionalista convencido de que Washington es uno de los principales obstáculos para la reunificación de la península coreana.