Quienes conocieron al yihadista John, el veinteañero londinense Mohammed Emwazi, hablan de un muchacho amable y simpático que cuesta asociar al verdugo sangriento que aparece cortando cabezas en los videos de Estado Islámico.

Decenas de medios se agolpan desde el jueves frente al domicilio de la familia de este joven de 26 años nacido en Kuwait y criado en el oeste de Londres y que presuntamente protagonizó algunos de los asesinatos más impactantes de la organización que opera en Siria e Irak. 

Varios medios revelaron ese día que el joven que aparecía vestido de negro degollando aparentemente a cinco rehenes era un veinteañero con estudios de informática de la Universidad de Wesminster.

El sindicato de estudiantes de este centro ha sido acusado de estar dominado por extremistas musulmanes y el jueves suspendió una conferencia de un imán “homofóbico” y “antisemita”, en términos de la prensa británica.

Emwazi viene de un hogar de clase media, tiene dos hermanas y un hermano, su padre tiene una empresa de taxis y su madre es una ama de casa.

Una familia apreciada en el barrio de Queens Park, que no tiene nada que ver con la pobreza que se suele vincular a la radicalización de muchos jóvenes de guetos musulmanes de las grandes capitales europeas.

Según dijo un vecino a The Times, la familia, que no se ha manifestado, desaprueba lo que hace su hijo y su madre no ha dejado de llorar desde que se fue a Siria.

Hay miles de yihadistas occidentales combatiendo en Siria e Irak, y 500 son británicos, según los servicios de seguridad de este país.

Emwazi, que se fue a Siria en 2012, fue apodado “Yihadista John” en alusión a John Lennon, por su acento inglés.

Se cree que es el responsable de los asesinatos de los periodistas estadounidenses James Foley y Steven Sotloff, los cooperantes de organizaciones no gubernamentales David Haines y Allan Henning, ambos británicos, y el estadounidense Abdul Rahman Kassig.

También apareció en videos con los rehenes japoneses Haruna Yukawa y Kenji Goto antes de que fueran asesinados.

La policía no confirmó que Emwazi es John, alegando que la investigación sigue en curso.

Fan del Manchester United

Emwazi nació en Kuwait en 1988 y su familia se trasladó a Londres cuando tenía seis años, instalándose en el barrio de Maida Vale.

De niño era hincha del Manchester United, según un boletín escolar recuperado este jueves por el diario The Sun, que publica además en portada una imagen suya sonriente en su uniforme escolar.

“Lo que quiero ser de mayor es futbolista”, escribió en ese documento.

Un profesor suyo en la escuela secundaria Quintin Kynaston lo describió, en declaraciones a la televisión Channel 4, como un muchacho “diligente, trabajador, responsable y tranquilo”.

“Era alguien que siempre buscaba la manera correcta de abordar las cosas. Nunca dio ningún indicio de violencia“, agregó.

En 2006, el año en que cumplió 18 años, entró en la Universidad londinense de Wesminster, donde se le recuerda como un joven “educado” que vestía a la occidental pero que empezaba a mostrar los primeros signos de religiosidad e ir con más frecuencia a la mezquita.

Tanzania, aparente punto de inflexión

Asim Qureshi, responsable de CAGE, una organización que defiende a los musulmanes de lo que considera acoso de las autoridades británicas, empezó a tratar a Emwazi después de un viaje que hizo a Tanzania con dos amigos de la infancia, en 2009.

Su viaje, para un safari, según ellos, duró un día. Tal como llegaron les esperaba la policía y fueron devueltos a Europa al día siguiente, a Amsterdam.

Ahí, según Emwazi explicó a CAGE, fue recibido por un agente de los servicios de inteligencia británicos que le acusó de haber viajado a Tanzania para desde ahí ir a Somalia a sumarse a la organización islamista Al Shabaab.

Luego, las autoridades británicas siguieron vigilándolo y “hostigándolo”, en términos de CAGE, que culpa a los servicios de seguridad de su radicalización.

Qureshi afirmó que el Emwazi que él conoció era “un joven hermoso”, “amable”, que dista mucho del Yihadista John.

“Cuesta mucho imaginar la trayectoria” entre uno y otro, “pero nos resulta familiar”, añadió, insistiendo en el papel que jugó el acoso de las autoridades.