Varios premios Nobel de economía y hasta Barack Obama han dado su apoyo a los postulados de las nuevas autoridades griegas de renegociar la deuda y enterrar la austeridad pero algunos advierten del efecto bola de nieve para Europa.

El nuevo gobierno de Alexis Tsipras, del partido de izquierda radical Syriza, recibió el domingo un apoyo de peso: el mismísimo presidente estadounidense.

“No se puede seguir exprimiendo a países que están en medio de una depresión”, dijo Obaman en la cadena de televisión CNN. “En algún momento debe haber una estrategia de crecimiento para que pague sus deudas y eliminar parte de su déficit”, agregó.

La deuda pública griega representa en torno al 175% de su Producto Interno Bruto (PIB). Esto supone que tendría que consagrar durante casi dos años toda la riqueza que genera el país para reembolsarla. Esta proporción asusta a los mercados e impide que Atenas acuda a los mercados de manera autónoma.

Tanto para Obama como para numerosos economistas, lo más eficaz para reducir este famoso ratio deuda/PIB es crecer económicamente con fuerza.

Y no consagrar cada año para pagar el servicio de la deuda el excedente primario duramente conseguido, como le han exigido los principales acreedores internacionales (Fondo Monetario Internacional y Estados europeos).

“Hacer sangrar a una piedra”

Exigir cada año a Atenas un superávit primario (que excluye el pago de la deuda) equivalente al 4,5% del PIB, a costa de sacrificios sociales, es “querer hacer sangrar a una piedra”, escribió recientemente el premio Nobel de Economía Paul Krugman.

O imitar a Sísifo, este personaje mitológico condenado por haber desafiado a los dioses, a empujar hasta la eternidad una pesada piedra hasta la cumbre de una montaña, de la que rueda cada día. “La buena estrategia para Sísifo es parar de empujar su piedra, no subirla hasta lo alto de la montaña”, alega el ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis el lunes en el diario francés Le Monde.

El FMI, que reconoce haber subestimado los efectos perniciosos de la austeridad presupuestaria, reconoció en junio que “mantener un superávit del 4% del PIB durante varios años podría resultar complicado”.

El 22 de enero, tres días antes de la histórica victoria electoral de Syriza, 18 economistas de renombre, entre ellos los premio Nobel Joseph Stiglitz y Christopher Pissarides, pedían en el Financial Times “un nuevo inicio” para Grecia.

Reclamaban una “quita de la deuda, en particular la bilateral” (que debe Grecia a los Estados), una moratoria al pago de los intereses, “una cantidad significativa de dinero” para financiar grandes inversiones e importantes reformas en Grecia, sobre todo para consolidar la recaudación de impuestos.

Xavier Timbeau, del Observatorio Francés de Coyunturas Económicas, no es partidario de una “gran conferencia destinada a condonar una parte de la deuda griega”, susceptible, según él, de suscitar reivindicaciones similares de España y de Portugal.

Pide que se incida más bien en los tipos de interés, “que representan cada año entre el 4,5 y el 5% del PIB de Grecia. Si se suprimiera totalmente esta carga durante varios años se podría hacer frente a la ‘crisis humanitaria’ de la que habla con bastante razón el gobierno de Tsipras”, dice a la AFP.

Grecia ya se beneficia de una moratoria de los intereses que adeuda al fondo europeo FEEF, que le prestó unos 140.000 millones de euros. La deuda total del país supera los 315.000 millones de euros.

Otro dato que hace que los economistas sean partidarios de dar un respiro a Grecia, es la caída de los precios en el país, que tiende a aumentar la deuda con relación al PIB.

“Se necesitan 50 o 60 años para reembolsar el 200% del PIB” si no hay inflación, decía recientemente Thomas Piketty, autor del best seller de economía “El capital en el siglo XXI” y partidario de una reestructuración de la deuda griega. La economía griega lleva en deflación casi dos años.