Crítica de Teatro: “I am mapuche”

Jorge Fuica | Agencia UNO
Jorge Fuica | Agencia UNO
visitas

Aunque es evidente que su proceso de construcción no está concluido, por su originalidad, proyección cultural y manejo escénico, esta obra es una de las más valiosas del Festival Santiago a Mil 2015.

Definido como un espectáculo de danza del coreógrafo de Samoa, Lemi Ponifasio, “I am mapuche” no se deja atrapar en ese formato, como tampoco en el teatral.

El perfil performativo y de experimentación podría ser más adecuado para apreciar un trabajo complejo, no narrativo, de casi dos horas, que tiene como uno de sus sustentos la cultura mapuche y sus luchas, pero lejos de lo panfletario, obvio y trivial.

“I am mapuche” es una derivación de una línea de trabajo de Ponifasio (“I am”) que consiste en hacer dialogar sobre el escenario a diversas culturas, en este caso, la maorí y la mapuche.

Tras este objetivo, junto a la artista Helen Todd, el director trabajó en Temuco y en la localidad de Padre las Casas con una docena de artistas locales de variadas disciplinas –danza, teatro, artes visuales, letras, música-, actividad escénica a la que sumó el empleo de recursos tecnológicos sonoros, lumínicos, visuales y audiovisuales, manejados con precisión.

Entorno ancestral

La obra de Ponifasio tiene elementos de lo que se podría denominar la cultura ritual, en el que maoríes y mapuches se presentan a dos voces, al interior de un universo que sugiere lo ancestral, tanto respecto de su ámbito humano como del territorio en que habitan.

El ruido del agua, del viento, la forma de su caída y el desplazamiento, la kinética de los individuos, la forma de cantar, hablar, mirar, gritar, gesticular o rogar surgen como agentes naturales de ambas culturales, con sus coincidencias y diferencias.

Los vínculos humanos, la convivencia, el sentido de lo colectivo en las relaciones y en el reclamo, la simple contemplación de la naturaleza, el arraigo a la tierra se muestran en escena como lo que son: existencia y realidad.

Y todo al interior de un rito solemne, enlazando las sombras con las luces -elenco viste de negro riguroso- lejos del vértigo, porque se busca modular el alma humana, la cultura ancestral, atávica, intangible, pero siempre presente.

El espectador es invitado a incorporarse a este diálogo integral no sólo a través del típico y parcial instrumento racional, sino a que utilice su capacidad sensorial.

Sobre el escenario hay símbolos, metáforas, conductas que no se entienden en todo su significado.

Pero no importa, porque si todos los sentidos están en alerta –única actitud exigible- se recogerá la textura, una sugerencia, el eco, intensiones, pasiones… o el simple agrado de oir-sentir-mirar un sonido o una forma.

Un espectáculo innovador que atiza la conciencia.

Centro de las Artes 660. Rosario Norte 660, Las Condes. Sábado 17. Ul.tima función. De $ 4.000 a $ 14.000

    visitas

Aunque es evidente que su proceso de construcción no está concluido, por su originalidad, proyección cultural y manejo escénico, esta obra es una de las más valiosas del Festival Santiago a Mil 2015.

Definido como un espectáculo de danza del coreógrafo de Samoa, Lemi Ponifasio, “I am mapuche” no se deja atrapar en ese formato, como tampoco en el teatral.

El perfil performativo y de experimentación podría ser más adecuado para apreciar un trabajo complejo, no narrativo, de casi dos horas, que tiene como uno de sus sustentos la cultura mapuche y sus luchas, pero lejos de lo panfletario, obvio y trivial.

“I am mapuche” es una derivación de una línea de trabajo de Ponifasio (“I am”) que consiste en hacer dialogar sobre el escenario a diversas culturas, en este caso, la maorí y la mapuche.

Tras este objetivo, junto a la artista Helen Todd, el director trabajó en Temuco y en la localidad de Padre las Casas con una docena de artistas locales de variadas disciplinas –danza, teatro, artes visuales, letras, música-, actividad escénica a la que sumó el empleo de recursos tecnológicos sonoros, lumínicos, visuales y audiovisuales, manejados con precisión.

Entorno ancestral

La obra de Ponifasio tiene elementos de lo que se podría denominar la cultura ritual, en el que maoríes y mapuches se presentan a dos voces, al interior de un universo que sugiere lo ancestral, tanto respecto de su ámbito humano como del territorio en que habitan.

El ruido del agua, del viento, la forma de su caída y el desplazamiento, la kinética de los individuos, la forma de cantar, hablar, mirar, gritar, gesticular o rogar surgen como agentes naturales de ambas culturales, con sus coincidencias y diferencias.

Los vínculos humanos, la convivencia, el sentido de lo colectivo en las relaciones y en el reclamo, la simple contemplación de la naturaleza, el arraigo a la tierra se muestran en escena como lo que son: existencia y realidad.

Y todo al interior de un rito solemne, enlazando las sombras con las luces -elenco viste de negro riguroso- lejos del vértigo, porque se busca modular el alma humana, la cultura ancestral, atávica, intangible, pero siempre presente.

El espectador es invitado a incorporarse a este diálogo integral no sólo a través del típico y parcial instrumento racional, sino a que utilice su capacidad sensorial.

Sobre el escenario hay símbolos, metáforas, conductas que no se entienden en todo su significado.

Pero no importa, porque si todos los sentidos están en alerta –única actitud exigible- se recogerá la textura, una sugerencia, el eco, intensiones, pasiones… o el simple agrado de oir-sentir-mirar un sonido o una forma.

Un espectáculo innovador que atiza la conciencia.

Centro de las Artes 660. Rosario Norte 660, Las Condes. Sábado 17. Ul.tima función. De $ 4.000 a $ 14.000