Llegaron las esperadas vacaciones y, sabido es que las grandes expectativas suelen conducir a impensadas frustraciones. Las vacaciones suelen ser un momento determinante para los vínculos: la mayoría de los divorcios se suscitan después de lo que debería ser “el” momento de encuentro anual.

El receso suele traer consigo un aumento en la cantidad de tiempo de la convivencia. Durante el año laboral, cada miembro de la pareja tiene sus actividades, su propia organización y sus tiempos. En el quiebre de la rutina aumenta el tiempo compartido y, con él los conflictos históricos y hasta los más cotidianos como la higiene de la casa, el uso del computador, etc.

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En vacaciones, muchas personas descubren que ese novio, marido o amante es, en realidad, un desconocido y entran en pánico, pero si se actúa con inteligencia y sin impulsividad, las vacaciones pueden ser un gran momento para el conocimiento mutuo y el enriquecimiento del diálogo.

Estas son algunas claves para aprovechar en pareja y, en lugar de convertir a las vacaciones en un campo de batalla, promuevan el entendimiento mutuo:

No idealicen este período: así se trate del viaje más esperado, todas las situaciones de la vida presentan claroscuros. Ser realista es una buena forma de sobrellevar cualquier dificultad que pueda aparecer.

Mantengan el humor: cualquier contingencia es menos terrible si hay buena onda. Las parejas que más duran son las que tienen el código común de la risa y la sonrisa.

Establezcan una rutina de vacaciones: adjudiquen roles para las tareas hogareñas, consensuen espacios, etc. Aunque suene contradictorio ser estructurado cuando se supone que uno debería relajarse, la organización es clave para evitar conflictos.

Compartan las actividades de los niños: Durante el año, los padres – estén juntos o separados – suelen tener sus horarios y actividades con los niños bien delimitados. Un esquema vacacional viene bien para que cada mamá o papá puedan organizarse, más aún si no conviven.

Conversen las necesidades laborales: hay personas que no quieren (o no pueden) desconectar del trabajo en vacaciones. Es bueno establecer ciertos espacios de “desconexión”: el horario de las comidas, el dormitorio… Respetarse en las necesidades de trabajo y del descanso en un consenso enriquecedor. Dejar teléfonos, tablets y otros gadgets afuera de algunos momentos, también.

Intenten reforzar el diálogo: en la vorágine del año, muchas familias se organizan en base a una sobrecarga de exigencias, tareas y ausencia de diálogo. En el tiempo de descanso, los conflictos explotan porque aparece, justamente, la posibilidad de conversar. Es importante establecer este espacio vincular de manera paulatina, evitando la ansiedad y a sabiendas de que lo que no ha existido hasta ahora no se puede construir en un segundo.

Sean honestos pero no hirientes: es bueno que cada miembro de la pareja y de la familia exprese con libertad sus deseos. Parte del aprendizaje de esta convivencia estrecha que se da en vacaciones tiene que ver con aprender a decir desde el amor.

Pongan atención al dinero: los viajes y vacaciones pueden predisponer a desmanejos financieros que, ineludiblemente, redundarán en discusiones. Caja en orden, pareja en armonía. Cuidado con el despilfarro; la economía del receso también requiere planificación.