Una muchedumbre enorme ha salido a las calles de París, junto a varios jefes de gobiernos y políticos, para rendir homenaje a los caricaturistas que desde el semanario Charlie hacían reír, llorar o enfurecerse a los que pagaban unos dineritos por aquella revista.

Más que eso, la gente siente que ha salido a defender la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y de opinión, que ciertamente incluye, también, poder denunciar con crudeza, con sarcasmo y con desprecio, cuando llega el momento de hacerlo.

Pero, ¿cuál es la otra realidad que esas multitudes no están viendo?

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