Luego de un año de guerra civil en Sudán del Sur, Estados Unidos -padrino de la independencia en 2011 de la más joven nación del planeta- es acusado de pasividad y de moverse con suma lentitud para impulsar sanciones en la ONU y ordenar un embargo de armas.

Pese a una ráfaga de condenas del presidente Barack Obama, una misión de paz del secretario de Estado John Kerry en mayo a Juba, presiones y amenazas de sanciones, en los últimos meses Washington parece predicar en el desierto, temen los analistas.

Las partes beligerantes, el presidente sur-sudanés Salva Kiir y su enemigo, el exvicepresidente Riek Machar, ignoran las amonestaciones estadounidenses.

“Se necesitan acciones y no únicamente bellas palabras”, se indigna David Abramowitz, vicepresidente de la fundación estadounidense por la paz Humanity United.

El profesor sur-sudanés Jok Madut Jok, fundador del Sudd Institute de Juba, también considera “el mensaje (de EEUU) no muy claro”, hacia los protagonistas del conflicto.

Luego de tres décadas de un destructor conflicto contra el régimen de Jartum, Sudán del Sur, independiente de Sudán desde el 9 de julio de 2011, se sumió el 15 de diciembre de 2013 de nuevo en una guerra, nacida de la rivalidad entre el presidente sur-sudanés Salva Kiir y su ex vicepresidente Riek Machar, quienes pertenecen, respectivamente, a las etnias dinka y nuer, las principales del país.

Washington está en una posición favorable para imponer una solución, ya que desde hace 30 años está comprometido con la causa de Sudán del Sur al más alto nivel de la administración.

Desde el apoyo a la rebelión sudista de John Garang (desde 1983 hasta su muerte en 2005) a la ceremonia de independencia con gran pompa en julio de 2011. Aportando una ayuda de miles de millones de dólares, Washington acompañó los primeros pasos del frágil país recién nacido, tanto por razones morales y humanitarias como estratégicas y petroleras.

Pero pese a esos esfuerzos y los de países vecinos del este de África, los sucesivos ceses del fuego entre los beligerantes fracasaron.

Controversia sobre las sanciones

“Pero luego, el nivel de atención de Estados Unidos ya no fue tan importante”, lamentó Abramowitz. Principalmente en los últimos meses, en los que Washington parece dudar para imponer sanciones contra los principales dirigentes sur-sudaneses y no solamente contra los de segundo rango.

El lunes, el Consejo de Seguridad de la ONU condenó la continuación de los combates y los abusos cometidos, amenazando nuevamente a los beligerantes con “sanciones específicas”.

Los 15 miembros del cuerpo, entre ellos Estados Unidos, evocan desde hace meses un congelamiento de los activos y prohibición de viajar, incluido un embargo de armas contra Kiir y Machar. Pero la ONU todavía no tomó una decisión.

En consecuencia, la organización Human Rights Watch se dirigió al Consejo de Seguridad para “alentarlo a imponer un embargo de armas a ambas partes en conflicto”.

“Se necesita más que condenas”, afirmó la organización humanitaria en su carta abierta.

Pero según Abramowitz, “Estados Unidos se opone a una resolución que imponga un embargo de armas”. Se trata de una falsa buena idea, afirman diplomáticos en la ONU, porque el embargo afectaría principalmente al régimen del presidente Kiir, no a los rebeldes de Machar.

Abramowitz tampoco cree que “las próximas medidas que adopte Washington sean sanciones” contra los rivales sur-sudaneses.