“Iría a vivir en el Estado Islámico de Siria con mi familia”. Cubierta con un hiyab negro, Aisha (nombre modificado), vive en El Príncipe, un barrio de Ceuta, enclave español en el norte de África, bajo vigilancia frente al yihadismo.

Madre de cuatro hijos, Aisha justifica las acciones de este grupo ultrarradical: “Es legítimo defenderse contra una agresión como ven legítimo Israel y Estados Unidos bombardear otros países y matar a niños”.

Construido sobre una colina de esta ciudad de 87.000 habitantes, este laberíntico barrio de estrechas callejuelas y casas coloreadas se encuentra bajo vigilancia constante por las fuerzas de seguridad, que este martes desmantelaron una red de captación yihadista en Ceuta y Melilla.

Cuatro mujeres, entre ellas una menor y una chilena, y tres hombres fueron detenidos en estos dos enclaves, en Barcelona y en la ciudad marroquí de Fnideq, a 2 km de Ceuta, involucradas en una organización para reclutar mujeres para el grupo Estado Islámico.

Hasta ahora, entre 80 y 100 combatientes, según las fuentes, han sido enviados desde España para unirse en Irak o Siria a su lucha contra el régimen sirio de Bashar al Asad. En Ceuta se han reportado quince desapariciones.

Uno de los primeros españoles en ir hacia Siria fue Rachid Wahbi, un taxista de 33 años de El Príncipe. Según las autoridades, en junio de 2012 mató a 130 personas en un atentado suicida en Idlib.

Aunque es una amenaza reciente, Madrid teme que Ceuta y Melilla, ciudades de tránsito entre el Magreb y Europa, se conviertan en focos de extremistas capaces de atacar el continente, como ocurrió en los atentados del 11 de marzo de 2004, que causaron 191 muertes en la capital española.

Radicalización en las redes sociales

Debido a la mejora de las técnicas comunicativas de EI, utilizando las redes sociales y multiplicando las escenas de combatientes y decapitaciones, “marcharse ha perdido su dramatización”, afirma un experto de la guardia civil.

“EI tiene un territorio para instalarse, un proyecto muy atractivo y lucha contra un dictador”, Bashar al Asad, lo que les confiere cierta legitimidad, añade.

Otro experto muestra una foto de Mohammed Hamdush, apodado “Kokito” y procedente de Fnideq, alardeando con cabezas cortadas a sus pies. Cuando su mujer, ceutí, lo vio por internet, fue allí a apoyarlo.

Pero “la auto-radicalización por internet no es suficiente”, explica Karim Prim, exsecretario de la administración en El Príncipe. También pesan las redes locales como la desarticulada este martes.

En ella, cuatro mujeres se encargaban del reclutamiento primero a través de redes sociales, donde buscaban chicas jóvenes afines y las incluían en foros privados de Whatsapp

Una vez allí, se emitían “consignas de reprogramación hasta que en un momento dado se apunta la necesidad de pasar a la acción”, afirma en un comunicado el ministerio del Interior. Solo entonces, se encontraban personalmente con las reclutadoras para preparar el viaje.

“Ofrecían a las jóvenes una visión completamente e idealizada de lo que sería la vida” en el EI como guerreras yihadistas o como compañeras sentimentales de un muyahidin, añade.

Del bikini al hiyab

La radicalización se inicia incluso en edad escolar: “Mis alumnos me contaban que muchas veces venía un sabio sirio o de Arabia Saudí para dar conferencias” sobre el Corán, testifica Verónica Ribera Reyes, profesora en El Príncipe.

“Hay chicas que pasan en 15 días de usar pañuelos a usar nicab. Sabemos que hay detrás una persona que está radicalizando”, agrega.

Una menor de 14 años desaparecida en Ceuta y arrestada en junio en Melilla pasó también “del bikini al hiyab”, explica un vecino. 

Otra desaparecida, Lubna, de 21 años, “sacó su ropa poco a poco de su casa y se fue sin decir nada”, explica un agente de inteligencia mostrando una foto de ella con una pequeña maleta roja el aeropuerto de Málaga. De allí, se fue a Siria pasando por Turquía.

El barrio, donde se amontonan 15.000 habitantes, parece propicio para la extremización. La pobreza, el desempleo y el fracaso escolar baten récords, asegura Isabel Larios, de la ONG Cruz Blanca, que cifra el paro en el 85% y el fracaso escolar en el 90%.

“En las últimas décadas diversos movimientos religosos de carácter rigorista se han ido asentándose y creciendo en la ciudad” como el Tabligh, que dispone de una red de ayuda social y actividades culturales y deportivas, explica el sociólogo Carlos Rontomé Romero en un estudio reciente.

El narcotráfico y las ayudas sociales permiten sobrevivir a muchos en este barrio donde impera la ley del silencio y la palabra “yihad” es tabú.

“Tengo miedo por mis hijos de la droga, del crimen y de lo que dice usted”, reconoce, aunque sin pronunciar la palabra “extremismo”, Fatima Sohora, de 42 años y madre de dos niños de 14 y 9 años.

“No hay trabajo. La nueva generación no tiene futuro. Estamos aquí, en tierra de nadie”, lamenta la actual secretaria del barrio, Isma Mohamed.

Aun así, esta atractiva treintañera de oscura melena critica la imagen estereotipada que se suele dar, ahora popularizada en una serie de televisión sobre el barrio que parece únicamente habitado por traficantes, yihadistas y espías. 

“La gente no puede aguantar más la estigmatización. Hay cotos cerrados pero no es un barrio radical”, defiende.