Miles de peregrinos iraníes viajan a Irak para las celebraciones chiitas del Arbain, movidos por su fe pero también por las ganas de desafiar a los yihadistas sunitas del Estado Islámico (EI).

Señal de que este año las celebraciones tienen tintes políticos, no se cobran gastos de visado y el propio gran ayatolá Ali Jamenei en persona animó a los iraníes a realizar el viaje.

Los servicios de seguridad iraquíes temen que los peregrinos chiitas sean presas fáciles de los combatientes del grupo EI, que se ha apoderado desde junio de territorios en Irak.

Y eso que algunas victorias recientes contra los yihadistas, sobre todo en Jurf al Sakr, han contribuido a incrementar la seguridad en parte de las carreteras que llevan a Kerbala, al sudoeste de Bagdad, a unos 150 km de la frontera con Irán.

Husein Rahimi acaba de cruzar la frontera. Su pasaporte lleva una pegatina del ayatolá Jamenei, sin visado. Más que los 80 dólares de ahorro, lo que lo convenció para echarse a la carretera fue el llamamiento del líder religioso.

“Vinimos tras su llamamiento”, explica. “Queremos transmitir el mensaje de que siempre obedeceremos a la marjaia (la alta autoridad religiosa de los chiitas) y que estamos dispuestos a luchar contra los terroristas aquí y ahora”.

“Hemos venido para mostrar nuestra presencia aquí, en Irak”, añadió Ali Akbar Ridhaie, con una cinta verde atada a la frente.

Afluencia masiva

La peregrinación del Arbain, una de las mayores concentraciones religiosas del mundo, conmemora la muerte en 680 del imán Husein, nieto de Mahoma, con un duelo de cuarenta días que concluye el 13 de diciembre.

Con este motivo, millones de fieles acuden a la ciudad santa chiita de Kerbala, en el centro de Irak.

Miles de iraníes llegan cada año en autobús desde su país, pero en esta ocasión serán el doble. Ya llegaron 750.000 peregrinos, afirma Said Ohadi, un responsable iraní citado por la agencia Irna.

El vicegobernador de la provincia iraquí de Wasit, fronteriza con Irán, cuenta con un millón de peregrinos iraníes. Y los guardias fronterizos no dan abasto.

El sábado, el puñado de traductores enviados a la frontera quedó engullido por la muchedumbre. El general Ali Tamuz, responsable militar del paso fronterizo de Zurbatiya, tuvo que arreglárselas con la única palabra de farsi que sabe: “beshin” (siéntense).

“Funcionaba bastante bien, hasta que un colega de la policía vino a ayudarme. Intentó otra palabra, pero quería decir ‘vengan’”, cuenta a carcajadas.

“En cuanto lo oyeron, todos los peregrinos se levantaron, se rompió la barrera y todo pasó a ser incontrolable”, añade el general, al que los hematomas y unas cuantas costillas fisuradas no le hicieron perder el sentido del humor.

Las autoridades iraníes, que ayudan a Bagdad en su lucha contra los yihadistas del EI, están satisfechas con la respuesta de los peregrinos.

Su llegada “es un símbolo de la cooperación y de la unión entre nuestros dos países”, declaró el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Mohamad Javad Zarif, tras un encuentro en Teherán con su homólogo iraquí, Ibrahim al Jaafari.