Hay muchos jóvenes y niños que están enojados, desorientados y no sienten que puedan confiar en un mundo de adultos que los han traicionado.

Está claro que, hacia adelante, toda esperanza de las nuevas generaciones dependerá de la educación que se les proporcione, una educación que sea capaz de prever la realidad en que esos niños y jóvenes tendrán que asumir.

¿Qué clase de reforma educacional será capaz de proponer nuestro Chile? ¿A quién querrán imitar nuestros copiones de la nueva o de la vieja mayoría?

Si de veras amamos a nuestros niños y jóvenes, y sentimos lealtad hacia ellos, tenemos la obligación de exigir a los políticos propuestas reales e inteligentes, y obligarlos a dar la cara en discusión pública.

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