La nueva generación de chips, fabricadas a base de algas, fruta y verduras, presume de variedad, refinamiento y hasta de ser más saludable, lejos de los clichés sobre este popular aperitivo.

En Estados Unidos, la firma Danielle Market propone chips con “garantía cero materias grasas”. Su producto estrella son unas chips de coco, con sabor a barbacoa o a wasabi.

“La fruta se deshidrata y se pasa al horno, no se fríe”, explica una empleada. ¿Y tampoco hay aceite? “Sí, un poco en las dos caras de la fruta antes de pasarla al horno”, reconoce la demostradora al presentar esta semana su innovación en el Salón Internacional de la Alimentación (SIAL) en París.

En este salón, las chips han mostrado todas sus facetas, en un mercado en crecimiento en Europa, al contrario que el resto de productos alimentarios.

Los asiáticos también se han apuntado a la tendencia del picoteo sano. Los tailandeses de Greenday han hecho unas chips a base de fresa, brócoli, rodajas de banana y pedazos de mango, de lo más crujiente.

Los surcoreanos estuvieron muy presentes en el SIAL, e hicieron honor al caqui seco, la fruta nacional, que han logrado convertir en chips.

La empresa surcoreana HoSan, al igual que otras de este país, propone chips a base de algas.

“Para los coreanos es un alimento tradicional, que se come como complemento del arroz. Pero en Europa lo vendemos como un aperitivo, que puede tomarse con una cerveza”, explica Andy Lim, responsable de exportación de la empresa.

Una vez más, el calificativo de “saludable” es el argumento estrella. Si bien algunas de estas chips están fritas, en general con aceite de arroz, otras se hacen secando el material y recortándolo en rectángulos, a los que se añade aceite de sésamo.

“En Asia se consumen muchas chips de verdura, o de zanahoria. Nada que ver con las chips fritas y llenas de grasa. Yo creo en esto. Y además lo estamos viendo con el éxito en Francia de las chips inglesas Tyrrells”, hechas con remolacha o boniatos, comenta Xavier Terlet, experto en innovación alimentaria en el gabinete XTC.

El que no cree mucho en este tipo de chips es Bernard Boutboul, director general del gabinete Gira conseil, especializado en los mercados de la restauración y los aperitivos.

“Es como si uno comercializara hamburguesas light, nadie se lo creería”, apostilla.

Un producto de masas

En Francia, dos empresas están apostando más bien por un producto de gama más alta.

La firma bretona Bret’s apuesta por los sabores naturales, con “una lista de ingredientes lo más natural posible, sin aditivos de glutamato de sodio (que sirve para acentuar el sabor) o de aspartamo (un edulcorante)”, explica su director de márketing, Olivier Sallé.

Uno de los sabores más populares es el de pimiento de Espelette, una variedad típica del País Vasco francés. Estas chips se venden a unos 10 euros el kilo, frente a los entre 5 y 7 euros que cuestan las chips tradicionales, hechas con patata.

Sibell, un fabricante del sur de Francia, ha llevado más lejos esta idea proponiendo chips con sabor a foie gras, salmón ahumado o trufa, a precios que superan los 20 euros el kilo.

“Esos productos son resultado de la investigación y desarrollo, pero no pueden convertirse en productos de gran consumo como lo son las patatas fritas clásicas”, considera Bernard Boutboul.

“La diversificación en torno a este producto funciona, como las chips hechas con otra cosa que no sean patatas. Pero en cuanto se empieza a subir de gama estos productos de consumo masivo, la estrategia no funciona”, añade Boutboul.

El otro problema, añade Xavier Terlet, es que las innovaciones alimentarias suelen tener una vida efímera, ya que casi la mitad de ellas no pasan más de un año en los estantes de los supermercados.