Argentina está a un año de elecciones presidenciales cuyos favoritos son un poderoso gobernador, un alcalde millonario y un disidente del gobierno, con una economía estancada al finalizar 12 años de la era Kirchner en el poder.

La presidenta Cristina Fernández está impedida por la Constitución de presentarse a una segunda reelección y tampoco designó un delfín, pero su gobierno y el de su extinto marido y mandatario Néstor Kirchner (2003-2007) marcaron a fuego al país.

En primera fila de la sucesión marchan el gobernador peronista de centroderecha de la provincia de Buenos Aires (la más poblada), Daniel Scioli, junto con el alcalde conservador de la capital, Mauricio Macri, y otro peronista de centroderecha, el diputado Sergio Massa.

“Los tres candidatos están en virtual empate técnico, con intenciones de voto variables de 25% a 27%. Seguro habrá balotaje y las primarias (en agosto) polarizarán el comicio entre los dos más votados”, dijo a la AFP Juan Germano, politólogo y director de la consultora Isonomía.

La precampaña de los favoritos apunta a flancos débiles del kirchnerismo, como una inflación galopante de casi el 40% anual, manipulación de estadísticas, falta de diálogo, aumento de la violencia criminal y tensión con la Unión Europea y Estados Unidos.

“Argentina transita las postrimerías de un largo ciclo político. El Estado tuvo un rol fundamental”, señaló a la AFP Nicolás Solari, de la consultora Poliarquía.

Solari considera que “ahora la limitación constitucional de Kirchner, la ausencia de heredero político y una economía estancada con deuda en ‘default’ señalan el tránsito a un nuevo tiempo”.

Cambio de estilo

Scioli, un exmotonauta de 57 años, es cercano a la Presidenta sin ser kirchnerista y gobierna un distrito con casi el 40% del electorado del país.

Massa, un abogado de 42 años, es un opositor moderado, que ocupó entre 2008 y 2009 la jefatura de Gabinete y hoy es comparable al expresidenciable brasileño Aécio Neves.

Macri, un ingeniero de 55 años heredero de un imperio familiar, defiende un modelo neoliberal, en línea con el exmandatario chileno Sebastián Piñera.

Los tres prometen cambiar el estilo autoritario y antimercado que le atribuyen al gobierno, pero aseguran que no tocarán reformas estratégicas como la popular Asignación Universal por Hijo (AUH), que llega a unos 3,5 millones de niños pobres.

“Se van a conservar acciones de gestión del kirchnerismo, como en la seguridad social y en derechos civiles (matrimonio igualitario)”, opinó a la AFP Ricardo Rouvier, director de la carrera de Ciencias Políticas de la Universidad de Buenos Aires.

Según Rouvier, “lo que va a cambiar fuertemente es el estilo del discurso oficial y (habrá) un mayor diálogo con la oposición”.

“Existe una pulsión de cambio en la sociedad. Pero el oficialismo tiene un alto piso de adhesiones por aspectos emocionales e ideológicos”, agregó Ramírez.

Los favoritos prometen no tocar las estatizaciones de la petrolera estatal YPF y las jubilaciones, y ni siquiera la pasión del Fútbol para Todos, que permite ver partidos gratis por TV.

Scioli, Macri o Massa deberán enfrentar al 7% de acreedores en mora, como los “fondos buitre (especulativos)” que acorralaron con juicios a Kirchner, sin otro remedio que volver al seno del FMI y endeudarse para bajar un déficit fiscal que roza el 4% del producto bruto.

- Economía frenada -

Tras crecer hasta 2011 a “tasas chinas” de casi 8% anual en promedio, la economía se frenó, con sectores en franca recesión como el inmobiliario o el de importaciones por escasez de dólares.

“La década kirchnerista se benefició con los altos precios internacionales de commodities (fundamentalmente la soja) y los Kirchner emprendieron reformas que se granjearon el apoyo del electorado”, evocó Solari.

Ahora el agujero negro de divisas lo llena el gobierno apenas con los multimillonarios ingresos de exportaciones agrícolas como la soja, el oro verde de la década kirchnerista, pero la restricción externa es aún una espada de Damocles.

Las condenas a unos 550 exmilitares y expolicías de la última dictadura (1976-83) que promovieron los Kirchner dejaron de tener peso electoral y su reivindicación de soberanía en Malvinas, en poder del Reino Unido, no mueve tantas voluntades.

Emparentado a nivel regional con el chavismo venezolano y el correísmo ecuatoriano, el kirchnerismo alienta esperanzas con los triunfos de la izquierda de Evo Morales en Bolivia, Dilma Rousseff en Brasil o Michelle Bachelet en Chile, pero el cambio moderado de timón y rumbo en Argentina se perfila inevitable.