Hermano Ciervo: un aburrido ejercicio de literatura neoliberal

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En Chile debiera existir un impuesto para toda la gente (escritores, periodistas, guionistas, etc) que escribe mal. Un impuesto a la mala prosa que podría financiar tres reformas educacionales y, en una de esas, solventar el impuesto al valor agregado (IVA) de los libros.

Así tendríamos claro exactamente cuál es el valor y quiénes son los actores relevantes de la literatura chilena, aquellos capaces de construir catedrales a través de su prosa, sus palabras y sus textos, como también a aquellos que no son más que una copia barata de libros buenos, o plagios lateros de textos muy malos.

Y es, dentro de esta última categoría, que se inscribe el libro “Hermano Ciervo” del escritor y próximo graduado en Derecho de la Universidad de Chile, Juan Pablo Roncone, editado recientemente por Libros del Laurel.

El texto está compuesto por ocho historias cuyo denominador común es tener personajes que lo único que hacen, al interior del relato, es mirarse una y otra vez el ombligo, visitando así cada empalagoso rincón de su existencia.

Es dentro de este esquema de relatos en los que se mezclan personajes que en teoría, si bien cuentan ya con una historia armada, parecieran no salir de una perenne adolescencia, como también de un mundo cuyos confines parecieran no existir más allá de Plaza Italia hacia el occidente. Gente que trata de huir de fantasmas que, presumiblemente desde su infancia, su temprana edad o una juventud un tanto alocada, los atacan malamente una y otra vez, no importando nada más.

Un perfecto ejemplo de aquello, es lo que aparece en el relato “Niños”:

“- No dejes la universidad – dijo, pero yo no le respondí, la verdad es que en el fondo me daba igual seguir o renunciar a la carrera-. Yo vivo ahí – la moderadora señaló un edificio de ladrillo chato y con escaleras externas.
Por un instante pensé en hacer una locura.
La mujer estaba ahí -con esos lentes gruesos y ese vestido largo y esa figura gruesa y colorada-, sentada a mi lado e imaginé que le proponía tener un hijo conmigo.
Un hijo como su hijo muerto.
Un niño lindo y delgado al que le enseñaríamos a nadar desde chico y que no dejaríamos nunca solo porque mi padre me daría dinero para contratar una nana. Un niño que criaremos para que sea médico, pensé. Un niño educado y parecido a mí”.

O también este pasaje del relato “Gansos”:

“Pocas veces me contaba cosas de mi padre. Nunca le pregunté qué tipo de persona era. Solo le hacía preguntas vagas. ¿Está mejor? ¿Sigue escupiendo sangre?
Yo le hablaba de Fernanda y su embarazo. Solía desahogarme. Le decía que mi vida era un completo fracaso: no me gustaba hacer clases, no estaba conforme con lo que escribía. Y sobre todo, no quería ser padre: un hijo era lo peor que me podía suceder”.

En resumen, pareciera ser que “Hermano Ciervo” de Juan Pablo Roncone es una versión 2.0 de aquellos clásicos libros noventeros influenciados por Charles Bukowsky, pasados por el cedazo de Alberto Fuguet. Sin embargo, los relatos, las situaciones y las descripciones hechas por Roncone carecen de ese ritmo, de esa constante repetición de marcas propias de la cultura pop presente en los 90, y que le daban un cierto, pero discutible, valor agregado.

En otras palabras, Hermano Ciervo da la impresión de ser un libro cuyo eje transversal es la expresión de un pernicioso individualismo presente en cada uno de los personajes. Remembranzas débiles de un pasado y un presente propios de hijitos de su papá cuya visión del mundo no es nada más que un juego, una tontera o una débil y supina interacción con el mundo real.

Hermano Ciervo
Juan Pablo Roncone 2011
Libros del Laurel 2014
ISBN 978-956-9450-00-6

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En Chile debiera existir un impuesto para toda la gente (escritores, periodistas, guionistas, etc) que escribe mal. Un impuesto a la mala prosa que podría financiar tres reformas educacionales y, en una de esas, solventar el impuesto al valor agregado (IVA) de los libros.

Así tendríamos claro exactamente cuál es el valor y quiénes son los actores relevantes de la literatura chilena, aquellos capaces de construir catedrales a través de su prosa, sus palabras y sus textos, como también a aquellos que no son más que una copia barata de libros buenos, o plagios lateros de textos muy malos.

Y es, dentro de esta última categoría, que se inscribe el libro “Hermano Ciervo” del escritor y próximo graduado en Derecho de la Universidad de Chile, Juan Pablo Roncone, editado recientemente por Libros del Laurel.

El texto está compuesto por ocho historias cuyo denominador común es tener personajes que lo único que hacen, al interior del relato, es mirarse una y otra vez el ombligo, visitando así cada empalagoso rincón de su existencia.

Es dentro de este esquema de relatos en los que se mezclan personajes que en teoría, si bien cuentan ya con una historia armada, parecieran no salir de una perenne adolescencia, como también de un mundo cuyos confines parecieran no existir más allá de Plaza Italia hacia el occidente. Gente que trata de huir de fantasmas que, presumiblemente desde su infancia, su temprana edad o una juventud un tanto alocada, los atacan malamente una y otra vez, no importando nada más.

Un perfecto ejemplo de aquello, es lo que aparece en el relato “Niños”:

“- No dejes la universidad – dijo, pero yo no le respondí, la verdad es que en el fondo me daba igual seguir o renunciar a la carrera-. Yo vivo ahí – la moderadora señaló un edificio de ladrillo chato y con escaleras externas.
Por un instante pensé en hacer una locura.
La mujer estaba ahí -con esos lentes gruesos y ese vestido largo y esa figura gruesa y colorada-, sentada a mi lado e imaginé que le proponía tener un hijo conmigo.
Un hijo como su hijo muerto.
Un niño lindo y delgado al que le enseñaríamos a nadar desde chico y que no dejaríamos nunca solo porque mi padre me daría dinero para contratar una nana. Un niño que criaremos para que sea médico, pensé. Un niño educado y parecido a mí”.

O también este pasaje del relato “Gansos”:

“Pocas veces me contaba cosas de mi padre. Nunca le pregunté qué tipo de persona era. Solo le hacía preguntas vagas. ¿Está mejor? ¿Sigue escupiendo sangre?
Yo le hablaba de Fernanda y su embarazo. Solía desahogarme. Le decía que mi vida era un completo fracaso: no me gustaba hacer clases, no estaba conforme con lo que escribía. Y sobre todo, no quería ser padre: un hijo era lo peor que me podía suceder”.

En resumen, pareciera ser que “Hermano Ciervo” de Juan Pablo Roncone es una versión 2.0 de aquellos clásicos libros noventeros influenciados por Charles Bukowsky, pasados por el cedazo de Alberto Fuguet. Sin embargo, los relatos, las situaciones y las descripciones hechas por Roncone carecen de ese ritmo, de esa constante repetición de marcas propias de la cultura pop presente en los 90, y que le daban un cierto, pero discutible, valor agregado.

En otras palabras, Hermano Ciervo da la impresión de ser un libro cuyo eje transversal es la expresión de un pernicioso individualismo presente en cada uno de los personajes. Remembranzas débiles de un pasado y un presente propios de hijitos de su papá cuya visión del mundo no es nada más que un juego, una tontera o una débil y supina interacción con el mundo real.

Hermano Ciervo
Juan Pablo Roncone 2011
Libros del Laurel 2014
ISBN 978-956-9450-00-6