Mientras el bisturí remueve milímetros de carne viva de su brazo, Andrés Ramos aprieta los dientes detrás de un tapabocas. “Duele, pero el gusto es mayor”, dice este aficionado ecuatoriano a las escarificaciones, tatuajes elaborados a partir de escaras en la piel.

A sus 21 años este estudiante de psicología, que lleva 51 tatuajes en el cuerpo y 15 “piercings” en la cara, se sometió por primera vez a esta técnica extrema de adorno corporal, utilizada por tribus africanas y algunas culturas indígenas americanas, que usualmente incluye quemaduras o incisiones superficiales que dejan cicatrices de por vida.

“Las escarificaciones para mí significan y me recuerda algo que viví. Veo estas marcas en mi cuerpo y pienso en lo que sentía en ese momento determinado de mi vida. Puede que no recuerde qué exactamente viví, pero veo la huella en mi piel y sé que algo importante pasó… Son como una especie de diario corporal”, explica, tendido sobre una camilla en un local de tatuajes en Quito.

Ramos, sonriente a pesar del dolor, extiende el brazo derecho para que Ulises Jácome, su amigo y experto en perforaciones corporales, hunda el escalpelo sobre el copo de nieve que lleva tatuado. El ardor se hace insoportable. La música electrónica a altísimo volumen no lo adormece. El joven se retuerce y pide que ahora sí le apliquen anestesia.

“La cicatrización depende del tipo de piel. Sé cómo es mi cuerpo y yo cicatrizo pronto. Entones me va a tocar aguantarme (con la herida) máximo dos meses”, señala.

Ramos habla entre pausas con la AFP mientras Jácome, también cubierto por un tapabocas, escarbaba con el bisturí el brazo ensangrentado de su amigo. Son cuatro horas de dolorosa sesión, interrumpidas apenas por la advertencia de Jácome: “¡No te muevas, Andrés, que me salen chuecas las líneas!”.

Ya anestesiado, Ramos retoma su relato. “Esto de las escarificaciones no es que mucha gente se lo haga, o sea no es tan común. Como que la gente ve y hasta le gusta o te dicen ‘Estás loco’ o ‘Loco, qué bacán (estupendo)’, pero el rato de los ratos (llegado el momento) tampoco es que se animan a hacérselo”.

Es “algo para gente especial que tiene plata o amigos para que te lo hagan gratis. Esto normalmente costaría entre 50 (29.530 pesos) y 100 dólares (59.077 pesos), pero ya si tienes un amigo como yo te lo hacen gratis”.

Andrés se levanta de la camilla. Sonríe al ver el resultado: una figura de seis puntas con forma de ramas cubre su brazo inflamado. “Me gusta todo: el proceso, el resultado final. Sobre todo el proceso porque sé lo que sacrifiqué para hacerme eso”, concluye.

ATENCIÓN: Las imágenes a continuación pueden herir la sensibilidad de algunas personas.

JUAN CEVALLOS | AFP

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