Mitos, leyendas y verdades; literatura, teorías conspirativas y nuevo orden mundial, son los conceptos que giran en torno a la historia de los Illuminati, aquella supuesta ‘orden secreta’ que, desde las sombras de la sociedad, busca controlar a la raza humana como si todos fueran marionetas sin voluntad.

Se les ha visto representados en el cine, en la literatura y en los videojuegos, e incluso han hecho apariciones en las historietas y en dibujos animados, como el singular caso de la serie Gárgolas de Disney (1994). Una de las últimas cintas recordadas por hacer alusión a este grupo secreto, es el Angeles y Demonios (2009), que se basa en la novela escrita por Dan Brown en 2000

Esto es ciencia ficción, material para la creación de buenos libros o malas historias de Hollywood, pero también hay un punto de partida real para este mito, pues existió una antigua orden que vio la luz el 1 de mayo de 1776 en la región de Baviera, en Alemania, y que terminó por convertirse en una hermandad con fines un tanto imposibles.

Nos referimos a los Perfectibilistas o Perfeccionistas, fundados por Adam Weishaupt, profesor judío de derecho eclesiástico y filosofía de la universidad de Ingolstadt, quien pese a haberse forjado bajo el alero de los jesuitas, buscaba generar un grupo docto alejado de las creencias religiosas, que pudiese llegar a la perfección superior gracias a la iluminación racional.

Mochuelo de Minerva

Mochuelo de Minerva

Los objetivos de este grupo que adoptó como único símbolo representativo al ‘Mochuelo de Minerva’, apuntaban a temas como la abolición de la monarquía, de las clases sociales, del concepto de la familia tradicional y de los derechos de herencia, así como a la destrucción del concepto de patriotismo y nacionalismo, para sustituirlo por un gobierno mundial y control internacional.

Esta logia ligada a la masonería, que además buscaba establecer el ateísmo como oficial y terminar con tipo de religión, fue refundada en 1778 por uno de los alumnos de Weishaupt y rebautizada como ‘Illuminatenorden’ (Orden de los Iluminados).

Según las cartas de Weishaupt, la idea nació tras la necesidad de cultivar a las mentes más prometedoras de la época, a sus alumnos más brillantes que estaban siendo reclutados por otras órdenes de corte religioso y por logias dedicadas a la alquimia.

Los Iluminados tuvieron un breve apogeo y se hicieron conocidos como presuntos conspiradores, por lo que además fueron sospechosos de realizar una serie de asesinatos para desestabilizar el sistema existente. Esto se sumó a los conflictos internos tras el crecimiento de la orden, lo que terminó por llamar la atención de las autoridades Bávaras, que entre 1874 y 1890 lanzaron prohibiciones contra los Iluminados y ademas contra los Francomasones, que los declaraba traidores y que terminaron por desarmar a la orden.

De aquí en adelante parten los mitos y leyendas nacidos en la literatura que, basados en la ficción, apuntan a que la orden continuó funcionando en secreto e incluso conspiró en grandes acontecimientos como La Revolución Francesa y que participó en la creación del movimiento feminista, entre muchos otros.

Asimismo, por estar ligada a la masonería, se cree -sin fundamento alguno- que los próceres de Estados Unidos, en su mayoría eran masones, formaron parte de la orden Illuminati en la nueva nación.

Es por lo anterior que, erróneamente, se les asocia con el símbolo reverso del Gran Sello de Estados Unidos, en el cual se ve el ‘Ojo de la Providencia’ sobre una pirámide incompleta que marca los 13 estados iniciales del país, y que tiene inscritas las frases “Aprobar las cosas que se han iniciado” y “Nuevo Orden de los Siglos”, en latín.

Si bien es cierto que las historias actuales sobre Illuminatis se basan en los Iluminados de Bavaria y toman parte de sus estructuras, como el hecho de que los miembros de la orden fuesen elegidos de entre las mentes más brillantes y de la clase alta para que pudieran intervenir en las esferas políticas, la mayoría de los datos sobre ellos se han deformado con los años y han adquirido un carácter netamente literario y fantástico, quedándose absolutamente en el mundo de las leyendas.