Nadie debe abusar del poder. Toda persona, más aún si detenta algún tipo de autoridad, sea esta política, religiosa, castrense o de la naturaleza que sea, en que dicha función o cargo sitúa al personero en una posición de ventaja o de asimetría respecto de otra u otras personas, debiese proponerse como una cuestión esencial de su conducta evitar cualquier tipo de abuso, atropello, arbitrariedad o menoscabo respecto de quienes están bajo su ámbito de decisión.

En el tiempo de la dictadura, ocurría exactamente lo contrario. El poder dictatorial se arrogaba la atribución de disponer de la vida y la dignidad de las personas. Sin embargo, ello no excusa en lo más mínimo el abuso de poder que esta detrás de las llamadas “adopciones irregulares” que involucran al cura Gerardo Joannon y que ya han tenido una condena de su congregación, la de los Sagrados Corazones.

No obstante, el retiro a España que se le aplica, lamentablemente aparece como una manera de sortear la crítica situación que atraviesa y no como una sanción correspondiente a la gravedad de su falta.

Las Iglesias deben sancionar drásticamente a quienes en el ejercicio de su labor sacerdotal o pastoral burlen tan dramáticamente los principios de la fe que deben resguardar y, que más terrible aún, arrebaten a personas que en esas circunstancias dependen de su voluntad el valor más preciado de la civilización humana: la vida de recién nacidos, seres inocentes que son tratados como objetos que se pueden traficar, donar o regalar burlando o doblegando la voluntad de sus padres.

Durante la dictadura la Iglesia Católica fue la voz de los sin voz, prestó ayuda y socorrió a muchísimas personas que así lo requerían en la salvaguarda de los Derechos Humanos y en la protección de la vida de tantísimos perseguidos. Ese patrimonio le añade una mayor responsabilidad, es el país el que espera máximo rigor en sus decisiones.

En todo caso, el respeto y el cariño hacia la memoria del cardenal Raúl Silva Henriquez y quienes bregaron con el en su esfuerzo libertario, permanecerá inalterable en el corazón de chilenas y chilenos.

La presencia del Papa Francisco ha logrado abrir una etapa llena de buenos augurios, de renovadas expectativas con vistas a la superación del pesado lastre generado por aquellos que hacen burdo y mezquino usufructo de su condición de religiosos, muchas veces para fines definitivamente inconfesables.

Chile anhela justicia.

Camilo Escalona
Presidente del Instituto Igualdad y ex presidente del Senado