Una multitud de refugiados yazidíes “sin pan y con muy poca agua” pide más “ayuda” en un campo del Kurdistán iraquí donde se encuentran miles de miembros de esta minoría que huyeron de los yihadistas del Estado Islámico (EI).

“Estuvimos cercados durante 10 días en las montañas. El mundo entero habla de nosotros, pero no recibimos ninguna ayuda real”, dice Jodhr Husein, de 44 años.

Los yazidíes, una minoría kurdohablante, fueron desplazados de sus hogares la semana pasada cuando los insurgentes yihadistas ocuparon la ciudad de Sinjar, en el norte de Irak.

Atrapados en las áridas montañas de sus alrededores, miles de yazidíes lograron sobrevivir, amenazados por el hambre y los yihadistas y con temperaturas que podían superar los 50 grados, antes de llegar al campo de Bajid Kandala, en el Kurdistán iraquí. Entre 20.000 y 30.000 más, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), siguen atrapados en las montañas.

“No tenemos pan y tenemos muy poca agua. Necesitamos ayuda. Queremos salir de aquí. Estamos tan desesperados que queremos irnos de Irak”, explica Naser, otro manifestante, de 30 años de edad.

“Pasamos del hambre de Sinjar al hambre de los campos”, resume Husein.

“Mucha gente duerme al sol. El campo es demasiado pequeño para todos”, agrega.

Un alto funcionario del campo dijo a la AFP que las autoridades locales trabajan junto con ACNUR.

“El gobierno autónomo kurdo está administrando el campo y estamos haciendo todo lo que podemos. Pero, obviamente, toda la ayuda que se nos pueda brindar para alimentar a los desplazados será la bienvenida. No podemos, de la noche a la mañana, enfrentar una crisis tan reciente”, declara Saadulah Abdulah Hamid.

Bajid Kandala es un campo de tránsito, agrega. Así, todos los días se trasladan familias a otros campos en otras zonas de Irak.

El portavoz de ACNUR Ned Cole explica a la AFP que es muy difícil brindarle a los desplazados todo lo que necesitan.

“Uno de los problemas es que la emergencia va cambiando muy rápido. La ONU está trasladando material de emergencia para tener lo que se necesita, pero la gente está dispersa en una área muy extensa”, añade.

Para Haidar, un padre de familia de 33 años, que huyó de Sinjar hace tres días, “las organizaciones internacionales tienen que trabajar aquí”.

“Todo el mundo tiene hambre”, agrega, refugiándose con su familia del sol abrasador del desierto bajo la sombra de un tractor.

Sinjar es el hogar histórico de los yazidíes, adeptos a una religión preislámica proveniente en parte del zoroastrismo. Los yihadistas los consideran como “adoradores del diablo”.