El Director del Núcleo de Investigación Empresa, Sociedad y Tecnología, centro de investigación avanzada de la Facultad de Emprendimiento y Negocios de la Universidad Mayor, Cristian González dio a conocer la visión desde las universidades, respecto del objetivo de convertir a Chile en una potencia alimentaria.

¿Qué se le viene a la cabeza cuando se menciona a Chile como potencia alimentaria?

Lo primero es una gran promesa, pero es posible. Tenemos suficiente recursos naturales en el ámbito de los alimentos, tanto procesados como funcionales, para hacerlo posible.

Tenemos una capacidad de producción superior a la demanda interna, que puede expandirse aún si es que efectivamente tuviéramos mayor inversión en el ámbito de la tecnología. Estoy hablando, básicamente, de la posibilidad de procesar componentes o compuestos activos que se derivan de los alimentos y no solo alimentos propiamente tal.

Yo creo que hay dos fases en la industria alimentaria: están los alimentos 1.0 que son los que conocemos comúnmente (carne, horticultura, fruticultura) pero luego viene una nueva generación de alimentos que es descubrir de todos los recursos naturales, animales y vegetales, los compuestos activos, que es lo que llamamos alimentos funcionales. Esa industria es del orden de los sesenta mil millones de dólares en el mundo. Chile aún no participa de ese enorme mercado. Si introducimos más tecnología, si hacemos más ingeniería en el ámbito del procesamiento, si invertimos en la construcción y fabricación de plantas pilotos, si identificamos como podemos descubrir esos compuestos activos, podemos participar de una cuota de ese mercado que además es creciente; tiene que ver mucho con el proceso evolutivo de la sociedad, en la medida que la población envejece, los alimentos funcionales comienzan a tener una demanda más relevante.

Somos grandes exportadores de fruta. ¿Hoy tenemos posibilidades de ser partícipes de los otros mercados alimenticios?

Sin duda. El boom de la exportación de aceites de oliva; los derivados de pastas y concentrados de vegetales, como los tomates; el trabajo de las algas; todo ese abanico de productos puede terminar complementando una oferta mucho más rica que el exportación de fruta, donde aún estamos muy concentrado. Dicho eso, también hay que enfatizar un tema que pasa con la fruta en Chile. Tenemos muy pocas variedades genéticas con propiedad intelectual. Tenemos producción d variedades chilenas que han sido certificadas y registradas, por ejemplo, por Nueva Zelanda y tenemos que pagarles sistemáticamente un royalty. Nosotros tenemos que hacer esfuerzos por hacernos acreedores de lo que es nuestro patrimonio fitosanitario y eso implica denominación de origen, implica también investigación básica de lo que estamos haciendo y tenemos.

¿La participación público/privado podría ser efectivo para suplir estas falencias?

Si no s retrotraemos al año 2007, a partir de estudios encomendados en ese momento el esfuerzo se centra en la creación de un cluster (que es no es otra cosa que una asociación público privado, más las capacidades de investigación esencialmente de las universidades), que tuvo errores de implementación. Por una parte estaba la gente que participaba de frutas, también los que participan en la industria láctea, de la industria cárnica; la verdad es que la heterogeneidad de las necesidades y problemáticas que tiene cada una de esas sub industrias tiene ameritaba un trabajo por separado, con agendas propias. Yo diría que el error, tanto público como privado, fue juntar a todos estos sectores que respondían a incentivos y problemáticas distintas. Tengo entendido que las actuales autoridades, particularmente lo que está haciendo el Ministerio de Economía, a través de CORFO, está enfocando un proceso más delineado y depurado de quienes participan en qué tipo de asociación público privado con metas bien especificadas asociadas a las preocupaciones y oportunidades que tiene cada sector.

En esta lógica diferenciada: ¿Qué pasa con los pequeños emprendedores?

Ese es un tremendo desafío. Chile todavía no tiene lo que se denomina la infraestructura del ecosistema del emprendimiento y la innovación. Tenemos algunas partes, probablemente proactivamente funcionando el estado, pero tenemos un mercado de capitales absolutamente e infinitamente subdesarrollado. No es posible desarrollar emprendimiento que nacen basados en tecnología o en oportunidades de mercado si no hay no quienes estén dispuestos a financiar las etapas tempranas. Eso implica destinar recursos del sector privado, que no es precisamente la banca. La banca está en otro estado del proceso evolutivo de los negocios. Lo que se requiere una infraestructura que se denomina Capital Semilla, Capital Ángel y luego el Capital de Riesgo, que es una gran industria, una gran promesa de Chile, que no se ha logrado consolidar. Ese ecosistema de financiamiento es clave para poder abordar el desafío del despegue y crecimiento de las pequeñas iniciativa o emprendimiento que nacen. En segundo lugar está todo lo que es la legislación y regulación, hay ciertas facilidades que requieren las etapas iniciales de cualquier negocio, en término tributario, en término de adquirir equipamiento, en término de adquirir los servicios profesionales con las competencias adecuadas.

¿Cuál es la participación de las universidades en el campo del emprendimiento?

Efectivamente las universidades han entrado en un proceso, tal vez lento, pero gradual y consistente, de acercarse al mundo de los emprendedores con lo que sabemos hacer: acompañar el proceso de valorización de las oportunidades de mercado; en algunos casos donde hay ingeniería más dura, más tradicional, aportar con los conocimientos tecnológicos y el equipamiento que las empresas requieren. Efectivamente ese matrimonio entre y universidad y empresa está demostrado en el mundo que es sumamente fructífero. Ahora bien, en Chile en ese espacio aún estamos al debe.

¿Es una forma de avanzar el generar un vínculo entre el sistema privado y el público?

El estado tiene un rol ineludible en lo que es cubrir la fase temprana de inversión. De hecho entiendo que la agenda de productividad, crecimiento e innovación que ha instalado el gobierno actual tiende derechamente hacerse cargo de ese problema, a desarrollar un ecosistema más completo de financiamiento. Esos espacios donde el privado siente aún mucha incertidumbre, serán cubiertos por el estado, de manera de disipar la incertidumbre y dejar solo el factor riesgo, que si el privado es capaz de administrar.

Un segundo rol fundamental dice relación con el espacio de cooperación en innovación. Me refiero a coordinar esfuerzos de los emprendedores o de las empresas que ya existen con universidades, con proveedores, con competidores y con alianzas internacionales. La cooperación requiere capital social, requiere confianza. Requiere compartir una oportunidad que no es competir por un mercado doméstico, sino mirar el mercado global como un gran desafío.

Puedes ver la entrevista a Cristián González aquí en BioBioTV.