Mientras me fumo un relajante cigarrillo de marihuana leyendo la prensa, una vez más veo que un grupo reducido de parlamentarios, ahora de Renovación Nacional, están proponiendo una ley que solicita un examen de drogas a los candidatos al congreso, esto por la necesidad de que el postulante tenga una salud compatible con el cargo.

Y una vez más entro a la tarea de poder buscar el sentido a la medida y a divagar sobre el criterio de su aplicación. ¿Los candidatos que toman el fármaco Mentix para mejorar su rendimiento serán considerados similares a los que consumen cocaína por el mismo motivo? ¿Los usuarios responsables de marihuana (como yo) estarán al mismo nivel de criterio que los usuarios responsables de alcohol?

¿Aplicaremos como criterio de corte la lógica binaria de “legales y no legales” o nos enfocaremos honestamente en la salud compatible con el cargo? ¿Se incorporarán los criterios de “consumo responsable de sustancias” y “consumo problemático de sustancias” o sólo basta con tener algún tipo de droga en el cuerpo para ser etiquetado de –incompatible-?

Me hago estas preguntas porque quizás haya un postulante al parlamento que sufra de episodios de depresión, o crisis de angustia, o tal vez sufra de ataques de violencia en su intimidad. Todos ellos deben consumir drogas para estabilizar su ánimo y no cumplan con el criterio de salud compatible con el cargo. ¿Por ahí va la cosa? ¿Vamos a tratar a los consumidores de drogas como adictos inmediatamente o se estudiará su relación con la sustancia? ¿Un bebedor de alcohol será alcohólico, así como un fumador regular de cannabis será un drogadicto marihuanero?

¿El consumo de drogas inhabilita la labor parlamentaria? Yo creo que la afecta, pero no la inhabilita, si se toman las medidas del caso. Por ejemplo, de seguro hay parlamentarios que consumen drogas, y muchos de ellos deben ser adictos a ellas, como son los fumadores de tabaco, o los que tienen el hábito de servirse diariamente un whisky en la oficina o cuando llega a la casa.

Cuando se votan las leyes que regulan al tabaco y el alcohol ¿Tendrán que inhabilitarse los parlamentarios que consumen esas drogas? Pienso que no, siempre y cuando sus votaciones se enfoquen en el bien común y no para beneficio propio, de lo contrario, que se abstengan. De seguro muchos políticos fumadores de tabaco votan a favor de las leyes que regulan la venta de cigarrillos a menores y obligan a que cada vez no se pueda fumar en más espacios. De seguro otros tantos legislan sobre el alcohol y promueven políticas públicas para su mayor control y prevención de consumo, para luego beber una copa de buen vino o un rico pisco sour a la hora de almuerzo o en la comida de la noche.

Yo no tengo problema con ello, pues el consumo de sustancias nunca ha sido el problema, sino la educación y la cultura de consumo que se tiene, es la relación individuo/sustancia la que debe ser analizada, y no sólo la presencia de ella en el organismo.

Si un parlamentario o parlamentaria depende de benzodiazepínicos para poder dormir, y cada día consume más, en vez de expulsarla de la labor legislativa, debo acogerla, integrarla y ayudarla a que comience a evitar que el consumo de la sustancia afecte a su vida de manera negativa y con ello la labor de fiscalizar al gobierno y hacer las leyes.

Un adicto a la comida quizás tenga salud incompatible con el cargo, pero a nadie se le ocurre hacer una ley para que los obesos no sean parlamentarios, o los bipolares, un ciego o un adicto a las compras. Es un error cargar moralmente el consumo de drogas, porque detrás de ello no hay maldad, sino una necesidad humana de satisfacer estados esenciales que no se logran cubrir sin la presencia del elemento externo al sujeto.

Pienso que un usuario de cocaína (no problemático) debe ser abordado social y médicamente como un ser humano que corre el riesgo de transformarse en un usuario problemático, mismo caso para quienes consumen con mayor frecuencia ciclobenzapirina y o clonazepam para poder dormir y rendir al otro día.

Incluso el fanatismo religioso puede ser más peligroso que una adicción a una sustancia, pues no todas las drogas entran por la nariz o la boca, algunas entran por las orejas.

Aún no tengo muy claro qué se pretende con esta ley, pero una parte de mí dice que es para profundizar la desinformación y la satanización de los usuarios de todas las sustancias adictivas que no se vendan en supermercados o farmacias.

Colocar al usuario de drogas ilegales en un ámbito de amoralidad y de carencia de virtud, es una falacia, pues en el consumo de sustancias, sean estas legales o no, lo que está en expresión es la necesidad de las personas de buscar elementos de ayuda para poder responder a un entorno que cada día nos aleja más de los otros y que coloca la materia por sobre el espíritu, desequilibrando el desarrollo integral de una persona humana.

Somos el segundo país con más alta tasa de suicidios en el mundo después de Corea del Sur, tenemos cada año mayor número de consumo de alcohol en menores de edad siendo récord en América Latina, las licencias psiquiátricas son un hábito a estas alturas y la violencia aumenta día a día en toda la población. Acá el problema no está en “la muleta del cojo”, sino en la cojera.

El problema no está en las sustancias, sino en el contexto que propende a que su uso sea cada vez mayor. Por más que se le haga la guerra al narcotráfico, aumenta el consumo, la violencia, las pandillas, los asaltos, etc. No resulta el prohibicionismo para parar el consumo, pero resulta para el narcotráfico que le permite controlar la venta de las sustancias y aumentar su poder y cobertura.

Hacer la vista gorda a la crisis de la civilización culpando a las drogas a las que acuden millones de seres humanos para hacerse funcionales a la maquinaria (así como drogan a los niños con anfetaminas para que rindan en el colegio), fue la estrategia de quienes buscaron controlar el opio y proteger el negocios de las tabacaleras en los 50 y 60s. Así como la guerra de Kosovo fue para crear un corredor para la heroína de Asia hacia Europa, la lucha contra las drogas permite que el negocio del narcotráfico sea una realidad. Pues si las drogas fuesen legales y reguladas, no habría sentido de la existencia de narcotraficantes, lo que además permitiría conocer la verdadera realidad de la situación del consumo de sustancias.

Hoy nadie sabe realmente cuántos son usuarios responsables de sustancias, y cuántos son usuarios problemáticos, hoy al igual que con el aborto o la prostitución infantil, es mejor para los dueños de las armas y de las drogas distorsionar el foco de la realidad que abrir la caja de Pandora y exponer las cadenas que atan la farsa que vivimos, y podamos ver en realidad qué tan infelices somos como especie y que tan manipulados estamos por los maestros de las marionetas.

Francisco Córdova Echeverría | @FCordovaE
Humanista-Laicista. Odontólogo, Magíster en Dirección y Liderazgo Educativo.
Miembro de la Coordinación Nacional del Partido Humanista.