Séptimo concierto de la temporada de abono del Teatro Municipal de Santiago, que se realizó este viernes ante más de 1.200 personas, deslumbró con su atractivo programa y destacado nivel de intérpretes, como lo fue el joven pianista checo Lukás Vondrácek, junto a la Orquesta Filarmónica de Santiago, bajo la dirección de Konstantin Chudovsky.

La presentación comenzó con la obra “Estudios Emocionales”, del compositor chileno Roberto Falabella, figura importante de la historia de la música nacional. Su lenguaje musical mezcla la vanguardia con el folklore de un modo que no es meramente decorativo: aquí la tradición y la innovación conversan de igual a igual, tal como lo hacen en la obra del húngaro Béla Bartók o del brasileño Heitor Villa-Lobos.

“Estudios Emocionales”, con su evocación de la música de la fiesta de La Tirana, es quizá uno de los ejemplos más insignes de ello, por lo que la Filarmónica de Santiago, la eligió para inaugurar este Concierto, con la segura y consagrada dirección del maestro ruso, talentoso músico, de grandes conocimientos y notables aptitudes de conductor.

En cuanto al conocido Concierto en do mayor de Mozart que tuvo como solista al pianista Vondrácek, este lució un talento y una calidad de elevadas facetas, con plena capacidad y lucimiento técnico, amplio dominio del piano, belleza armónica y una conjunción de sonido que causó total admiración en el público.

Así mismo, el piano y las familias instrumentales, mostraron una asociación plena, destacando la interpretación de Vondracék, tanto en los solos como en su diálogos con el plantel orquestal, muy especialmente con las maderas. En respuesta a los nutridos aplausos finales del público, el concertista checo ofreció como “encore”, una vibrante composición de su compatriota Jan Ladislav Dussek.

Lukás Vondrácek, convertido en una de las buenas figuras que han visitado al Municipal en esta temporada 2014, hizo su primera aparición en público a los cuatro años. Después de estudiar en la Academia de Música de Katowice y el Conservatorio de Viena, amplió su formación musical en el New England Conservatory de Boston, bajo la tutela de Hung-Kuan Chen, donde se graduó con honores en 2012. Su musicalidad natural y segura, además de una capacidad técnica notable, lograron definirlo como un músico dotado y maduro que ha sentado, durante mucho tiempo, las bases de una carrera importante.

Se ha presentado, entre otros lugares, en la Concertgebouw de Amsterdam, el Carnegie Hall de Nueva York y su recital debut en Reino Unido fue en el Queen Elizabeth Hall como parte de la Serie Internacional de Piano, convirtiéndose en el pianista más joven que ha participado en esta serie.



En cuanto al concierto de Mozart, este fue estrenado por el propio autor austriaco en 1785. La pieza parece resonar con la risa de una ópera bufa, anticipándose con su elegancia e ingenio a “Las bodas de Fígaro”, su obra maestra en el género.

Finalmente, la Filarmónica continuó su viaje de este año por el repertorio sinfónico de Ludwig van Beethoven, con la que es quizá la obra más reconocible de la historia de la música, su Sinfonía n. º 5 en do menor, op. 67. Con su memorable motivo del destino “que toca la puerta” y sus momentos de breve calma interrumpidos por el tronar de la tormenta, la obra pareciera expresar todos los reveses de la vida, desde el “presentimiento sin nombre” que adivinara el escritor E.T.A.
Hoffmann en el primer movimiento, hasta el trascendente triunfo del último.

El director ruso, Chudovsky y sus dirigidos, estuvieron muy compenetrados en su labor, transmitiendo la importancia de la obra al público, otorgando una presentación excepcional, con brillo, elegancia y -una vez más- elevado nivel de conjunto, con solistas de excelencia, en cuerdas, vientos, maderas y percusión.

Sea cual sea su mensaje, la Quinta Sinfonía no deja de intrigar, sin importar cuántas veces se escuche. Su extraordinaria unidad la convierte casi en un organismo vivo, cuyos estremecimientos y convulsiones sorprenden cada vez como si fuera la primera.