A pura explosión de dinamita y con más de cien kilómetros de socavones que recorren su interior, el cerro Rico de Potosí en Bolivia, símbolo de la riqueza colonial americana, corre el riesgo de derrumbarse y atrapar a miles de mineros.

La Unesco declaró en junio como Patrimonio Mundial de la Humanidad en Peligro a la antigua Potosí y a su carcomido cerro, pero las advertencias no hacen mella en la incesante actividad minera.

Como hace 500 años, los mineros extraen plata y estaño a pico y pala, formando una intrincada red de galerías que asemeja un hormiguero.

“No vamos a dejar este lugar, porque es el sustento de nuestras familias. ¿Adónde vamos a ir?”, se pregunta Carlos Mamami, dirigente minero en una de las cooperativas del cerro de 4.787 metros, que por la extracción mineral ya ha perdido 400 metros de sus originales 5.180.

La declaración de la Unesco encendió una alerta por la situación de 12.000 mineros que trabajan en una estructura en la que se registraron “más de 130 hundimientos”, según el ministerio de Minería boliviano.

La cima de la montaña ha perdido su forma original. El gobierno boliviano intentó frenar el deterioro con un relleno con cemento, arena y poliuretano, pero el suelo ha vuelto a hundirse.

Los obreros, agrupados en cooperativas privadas, trabajan día y noche y sacan diariamente unas 5.000 toneladas de tierra y mineral.

Sueños de fortuna y gloria

Según la leyenda, con toda la extracción al cerro Rico en la época de dominación española se hubiese podido construir un puente de plata desde Potosí hasta Madrid.

A 4.000 metros sobre el nivel del mar, Potosí fue fundada en 1553 y en pocos años se convirtió en una de las ciudades más pobladas del mundo. La mayoría de sus 160.000 habitantes eran entonces extranjeros atraídos por una villa que era epicentro de la actividad económica de la colonia.

“La Unesco no quiere que un patrimonio de la humanidad se convierta en un cementerio, en un lugar de desastre”, dijo públicamente el ministro boliviano de Cultura, Pablo Groux, luego de la declaratoria de la entidad.

Potosí y las instalaciones coloniales que la rodean fueron declarados Patrimonio Histórico de la Humanidad en 1987.

Así, la Unesco lanzó en junio su alerta de Patrimonio en Peligro sobre un total de 392 hectáreas que incluyen el cerro, 22 lagunas creadas en la época colonial para alimentar los ingenios y el casco antiguo de Potosí.

“Hay un evidente deterioro en Potosí porque no hay políticas de preservación”, dijo a la AFP Osvaldo Cruz, director de Cultura de la Gobernación.

Un comité interinstitucional de Potosí busca consensuar soluciones a corto y largo plazo, pero todo queda en pronunciamientos públicos.

Hoy la ciudad, sumida en la pobreza, mantiene sus calles angostas que suben y bajan hacia un casco viejo deteriorado. Las casas de estilo barroco con columnas de piedra, puertas de madera talladas y terrazas con vitrales reflejan el pasado de esplendor de un pueblo que inundó con su riqueza a colonizadores españoles, militares criollos y aventureros ávidos de fortuna y gloria.

Amenazas y temor de hablar

El trabajo en condiciones infrahumanas en el cerro Rico está signado por la muerte desde que los filones de plata fueron descubiertos casualmente por el indígena quechua Diego Huallpa, en 1545, y los españoles impusieron a sangre y fuego su explotación.

En la actualidad, la informalidad, los accidentes y los hundimientos causan “unos 30 decesos al año, registrados por la Caja Nacional de Salud, pero pueden ser más” que no se conocen entre la mano de obra flotante, señaló Cruz.

El viceministro de Minería, Víctor Hugo Llanos, dijo a la AFP que una solución de fondo sería “reubicar a los compañeros cooperativistas en otras zonas productivas”.

En las calles de esta ciudad de 200.000 habitantes que se extiende en las faldas del cerro hay un consenso silencioso de que los mineros deberían dejar los yacimientos para proteger su vida y el futuro de un símbolo de los orígenes de Bolivia.

Sin embargo, existe el temor de hablar contra la minería y las cooperativas de mineros, que son aliadas del gobierno de Evo Morales y tienen poder económico.

Un ingeniero minero, que prefirió mantener su anonimato, dijo: “Si seguía criticando (a los mineros de cooperativas), me han dicho que meterían dinamita en mi casa y la harían volar”.

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