Eugenie Bouchard, que se impuso a la rumana Simona Halep 7-6 (7/5), 6-2, y Petra Kvitova, vencedora de su compatriota Lucie Safarova 7-6 (8/6), 6-1, llegaron el jueves a la final de Wimbledon para derimir el título el sábado entre el talento de la canadiense y la experiencia de la checa, campeona en Londres en 2011.

“Petra va a estar lista, pero yo también. Voy a dar todo, intentar hacer mi mejor juego y veremos qué pasa”, dijo envalentonada Bouchard.

Con apenas 20 años, Bouchard alcanzó su primera final de Grand Slam tras despedirse en semifinales del Open de Australia y de Roland Garros este año.

La número 13 mundial chocará contra la ganadora del título en el césped londinense en 2011, en un encuentro que en principio mide experiencia y potencia contra mejor momento y talento.

Pese a tener el cuadro más difícil de las cuatro semifinalistas hasta los cuartos de final, la niña de Montreal se abrió camino con destreza y se ha asegurado ascender hasta el puesto número siete de la clasificación a partir de la finalización del torneo, máximo ránking que ha alcanzado en su carrera.

Apoyada por el público británico, Bouchard esta vez aprovechó su chance y tomó riesgos para llevarse la victoria con golpes potentes que inclinaron la balanza hacia su favor, más allá de que sobre el final del partido pareció atrapada en sus propios nervios.

Halep, finalista de Roland Garros, se mostró desconcentrada tras perder un primer set muy peleado y cerrado, pese a que iba con ventaja de 4-2, hasta que en el tie break la canadiense lo ganó por un ajustado 7-5 que pareció ser el tiro de gracia a la rumana de 22 años, número tres mundial.

“Me torcí el tobillo y luego fue difícil continuar”, explicó Halep, que en la segunda manga enseguida quedó abajo en el marcador (5-1) y pese a luchar y salvar cinco bolas de partido.

“Esto que me está pasando no me sorprende porque he trabajado mucho y porque creo en mí”, añadió la finalista.

La primera semifinal se pareció mucho a la segunda, pues el verdadero combate se libró en el primer set, porque luego la perdedora prácticamente bajó los brazos.

Kvitova, que regresa a la final de Wimbledon tres años después de lograr su único título de Grand Slam, dominó a Safarova 7-6 (8/6), 6-1 en su superficie preferida gracias a 24 tiros ganadores y ocho aces, para cerrar el partido frente a la número 23 mundial en una hora y 20 minutos, en el Court Central.

La jugadora de 24 años vuelve a una final de Grand Slam por primera vez desde su sorpresivo título en la Catedral del tenis delante de la rusa Maria Sharapova.

“He tenido altos y bajos desde aquel título”, reconoció Kvitova este jueves.

En las dos últimas ediciones Kvitova había detenido su marcha en Wimbledon en cuartos de final, mientras que en 2010 había alcanzado las semifinales, demostrando que ha sido una gran protagonista de este torneo en los últimos años.

Para Kvitova este boleto a la final es una especie de revancha, ya que no anduvo bien en los torneos de Grand Slam de este año, después de su eliminación en primera ronda en el Open de Australia y la caída en tercera ronda en la tierra batida de Roland Garros.

La rubia de 182 centímetros tampoco llegaba en excelente condición a Wimbledon tras bajarse antes de cuartos de final de Eastbourne (hierba) debido a una lesión en los aductores.

Pero en Wimbledon tomó ritmo con sus cómodos dos primeros éxitos en las rondas iniciales, hasta que cambió la velocidad en tercera vuelta cuando derrotó a la estadounidense Venus Williams, cinco veces ganadora de este certamen.

Frente a su compatriota Safavora, cuyo juego conoce casi de memoria, la número seis mundial terminó imponiendo la lógica tras haberla derrotado en los cinco choques previos.

Safarova, que a sus 27 años disputaba por primera vez unas semifinales de Grand Slam, hizo todo el esfuerzo en el primer set, pero luego fue incapaz de aguantar el agrande de su rival.

El viernes Wimbledon conocerá a los finalistas masculinos, tras los choques en semis de Roger Federer y Novak Djokovic contra el canadiense Milos Raonic y el búlgaro Grigor Dimitrov, en un desafío de experiencia contra el empuje de la juventud que quiere romper la jerarquía establecida hasta ahora.