Las discusiones se multiplicarán este miércoles para intentar salvar la tregua en Ucrania, amenazada por el ataque de un helicóptero del ejército regular por separatistas prorrusos, que dejó nueve muertos.

Los presidentes ucraniano y ruso, Petro Porochneko y Vladimir Putin, evocarán la situación este miércoles en conferencia telefónica en la que también participarán la canciller Angela Merkel y el presidente francés François Hollande.

El vicepresidente estadounidense, Joe Biden, habló el martes con Porochenko e insistió en la necesidad de “tener observadores en el terreno que constaten las violaciones del alto el fuego” y “acaben con el suministro de armas y militantes venidos del otro lado de la frontera” con Rusia, indicó la Casa Blanca.

Según la portavoz del Departamento de Estado, Jen Psaki, los “esfuerzos tendentes a una desescalada de las tensiones en Ucrania” también figurará en la agenda de una reunión de la OTAN en Bruselas, a donde llegó la noche del martes Kerry, antes de visitar París.

El ataque del helicóptero representa un duro golpe al plan de paz del presidente ucraniano Petro Poroshenko, apoyado por sus aliados occidentales, con el que esperaba poner fin a una insurrección separatista que amenaza la unidad de esta exrepública soviética y que ya se ha cobrado más de 400 muertos.

“El jefe de Estado no descarta poner fin al cese el fuego antes de su expiración prevista porque ha sido constantemente violado por los rebeldes que son controlados por el extranjero”, anunció un comunicado de los servicios de la presidencia ucraniana, que apunta claramente a Rusia.

El ataque también fue evocado por el presidente Barack Obama y el primer ministro británico David Cameron en otra conversación telefónica.

Ambos responsables “acordaron que, si Moscú no toma medidas inmediatas destinadas a clamar la situación en el este de Ucrania, Estados Unidos y la Unión Europea” impondrán nuevas sanciones a Rusia, según reseña la presidencia estadounidense.

Aunque manteniendo sus amenazas de sanciones, la Casa Blanca había saludado este mismo martes la decisión de Putin de pedir al Consejo de la Federación, la cámara alta del Parlamento ruso, que suspenda la autorización de intervenir militarmente en Ucrania.

La autorización de recurrir al ejército, que oficialmente respondía a la necesidad de defender a los ciudadanos rusos en Ucrania, había contribuido en marzo a aumentar la tensión entre Moscú y Kiev. Rusia había desplegado a decenas de miles de soldados para maniobras cerca de la frontera con Ucrania.

El jefe del Kremlin hizo además un llamado a que se prolongue el cese el fuego decretado en Ucrania.

Sin embargo, la destrucción en pleno vuelo de un helicóptero militar, cerca de Slaviansk, un bastión rebelde, revela que la crisis sigue latente, a pesar de los intensos esfuerzos diplomáticos. Según el portavoz del ejército, otros dos soldados ucranianos murieron este martes en ataques rebeldes.

En total, los enfrentamientos entre el ejército ucraniano y los rebeldes prorrusos han dejado 423 muertos, civiles y militares, entre el 15 de abril y el 20 de junio, indicó el martes Ivan Simonovic, secretario general adjunto de la ONU a los Derechos Humanos.

Sorprendente giro de jefe rebelde

El líder de la autoproclamada república separatista de Donetsk, uno de los bastiones de los insurgentes prorrusos, sorprendió el lunes anunciando un acuerdo de alto el fuego hasta el viernes por la mañana para entablar negociaciones de paz con las autoridades proeuropeas de Kiev. Ningún otro rebelde se ha unido al anuncio de Alexander Borodai.

El presidente Poroshenko había ordenado el viernes a sus tropas un alto el fuego hasta el 27 de junio para permitir el desarme de los rebeldes. Pero los insurgentes, que han reivindicado su independencia en dos regiones de habla rusa de unos siete millones de habitantes, habían rechazado las condiciones al considerarlas una “estratagema”.

El inesperado anuncio puso a Poroshenko bajo presión ya que hasta ahora había dicho que no hablaría con aquellos que tuviesen “las manos manchadas de sangre” y que su plan de paz solo incluía discusiones con rebeldes que no hubieran cometido “asesinatos y torturas”.

Nunca especificó concretamente con quién no se sentaría a negociar, pero Moscú interpretaba de estos comentarios que se trataba de los principales líderes rebeldes prorrusos.