Los buscadores de basura también son protagonistas del Mundial en Brasil, un país donde el reciclaje es incipiente y cientos de miles se ganan la vida escudriñando en los basurales todo lo que pueda ser reaprovechado.

Cada partido de la Copa del Mundo produce cinco toneladas de basura. Y por primera vez, la organización del torneo ha puesto en marcha un programa para reciclarla, en asociación con los ‘catadores’, como se conoce en Brasil a quienes reciclan los desechos.

Un total de 850 de ellos han sido entrenados y trabajan en los 12 estadios mundialistas, y 300 de sus cooperativas procesan el material.

“La sensación de estar dentro del estadio en la Copa del Mundo es fantástica. No es que vemos los partidos, estamos trabajando, pero para nosotros es una conquista trabajar en grandes eventos”, explica a la AFP Alex Pereira, de 38 años, 14 de ellos ganándose la vida como ‘catador’.

Fuera del estadio, muchos buscadores de basura trabajan por su cuenta.

Edilson Alves de Souza, de 39 años, avanza con un carrito de supermercado entre la marea de 68.000 hinchas que salen del estadio Nacional de Brasilia, persiguiendo envases vacíos. “La Copa es un buen negocio”, explica con amplia sonrisa.

Unos metros más allá, Teresinha de Jesús Silva, una afrobrasileña de 68 años con los ojos velados por las cataratas, aplasta latas vacías con una gran piedra. Reconoce que su trabajo “no es suficiente para sobrevivir”, pero dice que hoy le va bien.

Christophe Simon | Afp

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Un ejército silencioso

Las latas son los principales residuos que dejan los hinchas. Brasil es considerado número uno del reciclaje de latas: recupera el 98% del total, muy por encima de la media europea de 67%, según la Asociación Brasileña de Fabricantes de Latas.

Pero eso es en gran parte debido al ejército silencioso de quienes buscan y separan la basura reaprovechable. “Según el gobierno, hay 600.000 catadores en Brasil. Nosotros creemos que somos más de un millón. Cada vez hay más cooperativas que mejoran las condiciones laborales, pero la mayoría trabaja por su cuenta, en basureros”, explica a la AFP Ronei Alves, coordinador del Movimiento Nacional de los Catadores.

Marlene Rafael, una joven de 25 años que sueña con volver a estudiar, pasa sus días en uno de esos gigantescos basurales a cielo abierto, en la Cidade Estrutural, a 20 km de Brasilia, donde una legión de centenares de catadores se abre paso entre los hediondos desechos, en condiciones insalubres, sin contrato o seguridad social.

Una excavadora trae más basura, la revuelve, la aplasta en montañas de detritos y Marlene y sus colegas van excavando en la basura que se extiende por kilómetros y no para de llegar en centenas de camiones.

En 2010 Brasil aprobó una ley de residuos sólidos que tiene como meta ampliar el reciclaje y acabar con los insalubres basureros. Pero los avances son lentos. En Brasilia, hace apenas tres meses que se aplica un sistema de reciclaje, todavía muy irregular. “No fue creada la infraestructura, la basura sigue yendo al basurero”, afirma Alves.

Hay países que son líderes mundiales en la gestión de residuos, como Japón, cuyos hinchas han dejado pasmados a los brasileños en el Mundial porque recogen su basura al dejar el estadio.

Pero “en Brasil todavía estamos muy lejos: en Curitiba (sur), donde más ha avanzado, se recicla 20% de la basura; en Sao Paulo, 1,8%”, explica a la AFP Ariovaldo Caodaglio, presidente del sindicato de empresas de limpieza urbana de Sao Paulo.

“La iniciativa privada quiere y necesita ese material, y es la que más está impulsando el reciclaje”, afirma. Un gran número de grandes empresas integran una asociación que impulsa el reciclaje y las cooperativas de catadores, entre ellas Coca-Cola, que gestiona el reciclaje en estadios junto al Movimiento Nacional de Catadores.

En este país que en la última década sacó a millones de la pobreza y mejoró el ingreso, este es todavía uno de los sectores más desprotegidos, pero ha aumentado su organización, también con programas del gobierno.

“Cuando comenzamos, hace diez años, estábamos por debajo de la línea de la miseria, ahora estamos en esa línea”, explica Sonia Maria da Silva, una enérgica afrobrasileña de 62 años que creó una cooperativa en Riacho Fundo II, otra ciudad satélite de Brasilia.

“Las condiciones de trabajo y nuestra calidad de vida han mejorado porque nos organizamos, tenemos maquinaria (…) La perspectiva de un salario digno es real”, dice con sus manos enfundadas en rudos guantes con los que separa la basura.

Christophe Simon | Afp

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