Jorge Luis Borges definía al Laberinto como una casa malvada que intenta extraviar a sus moradores. Los antiguos cristianos afirmaban que el Laberinto es el mundo, este engañoso mundo que nos lleva al extravío, y en el cual hay una sola senda de liberación. Y, por supuesto, para ellos esa senda era el Evangelio.

Y en el laberinto de este ahora, la barahúnda y el pandemónium de las noticias, nos deja desorientados. Pero no tan desorientados como para no darnos cuenta de que todavía hay mucho más enredo del que salta a la vista.

Y es de Irak de donde saltan las sorpresas como desde el sombrero de un prestidigitador, lo que por otro lado es natural, ya que Irak, y especialmente Bagdad, es la patria de las Mil y Una noches.

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