Los chilenos ya aprendimos que no le podemos dejar toda la responsabilidad al mercado, mucho menos en áreas sensibles, como educación y salud, áreas vinculadas a derechos. Los medios de comunicación son un área especialmente sensible, son un espacio donde se juegan derechos, por eso apoyo la ley del 20% de música chilena en las radios. Porque allí donde el mercado no hace la pega, confío en el Estado.

Primero, la cuestión técnica. El espectro radioeléctrico no es de las radios, es un bien público administrado por el Estado, que es concesionado a empresas privadas. Que el Estado decida y vele por ese espacio no es un delirio socialista, es parte de su responsabilidad.

Actualmente, la mano invisible que regula los contenidos en las radios privadas no da suficiente espacio a la música local. Esa brecha es subsanada por el Estado con la cuota del 20%. Después de todo, ése es el rol del Estado en sociedades de economía libre: cubrir y arreglar los desperfectos que el mercado no soluciona.

Allí donde se reflejen brechas sociales, discriminar positivamente es una forma de enmendar las desigualdades en vez de profundizarlas. Eso en educación se llama beca y en otras áreas se llama subsidio.

Segundo, la cuestión política. ¿Por qué es una pifia o un error que no se programe suficiente música chilena? Porque si los medios de comunicación son el espacio donde se construye y se debe reflejar la identidad cultural de una nación, con un modelo medial dominado por contenidos extranjeros, sólo esos contenidos vamos a escuchar y reproducir. La cuota rescata el patrimonio simbólico local y lo hace convivir, fortalecido, con el extranjero.

Tercero, sí, es una imposición. Libertad e igualdad son como el agua y el aceite. Lamentablemente, se repelen y en las sociedades actuales es difícil equilibrarlas. Por eso, cuando dicen que esta ley atenta contra la libertad, tienen razón. Para que se empareje la cancha entre la música chilena y la extranjera, la cuota de imposición se hace indispensable.

No hay igualdad entre los compositores locales y extranjeros, por eso se limita una cuota de libertad de las radios, sólo un 20%, que contribuirá a la equidad. Si me lo preguntan, prefiero mil veces tranzar la libertad en pos de la igualdad, en cualquier dimensión.

Cuarto, ¿la libertad de quién? Este gallito, en el fondo, es entre el Estado y una industria de radios concentrada y poco diversa. Son prácticamente tres actores los que componen el oligopolio que domina el 70% del espacio radial. El Estado, en este caso, somos todos haciendo valer nuestra cultura e historia dentro de la programación de esas empresas.

Quinto, dónde discrepo. En ese 20% caben todos, los compositores grandes y los emergentes, las bandas chilenas que me gustan y las que detesto. Por eso, estoy con Guillier y hubiera sido más sano que ese 20% también hubiera sido distribuido, por ejemplo, con una mitad para los artistas consolidados y financiados por la SCD y la otra mitad para los que no.

Sin embargo, aquí el mercado sí regula, y las radios, en su diversidad de estilos, recogerán la diversidad chilena. Nadie dice que las emisoras orientadas a la música docta deban programar a los Chancho en Piedra, sino que recojan lo chileno que se acopla a su línea, como el trabajo de las orquestas universitarias o las sinfónicas que hay a lo largo del país.

La ley del 20% es eso: un quinto de lo que emiten las radios, no un mandato para difundir sólo el himno patrio las 24 horas del día. La ley igual deja la libertad de que las empresas se apropien y reproduzcan los contenidos que les son más afines dentro de la gama nacional, haciéndolos circular junto al resto, mezclándose y diversificando la oferta medial. Un 20%, en ningún caso, es la dictadura del folclor tricolor.

Arelis Uribe
Periodista
@arolasuribe