Desesperados, esperan durante horas fuera de los estadios del Mundial-2014, observando con envidia el desfile de hinchas que marchan felices hacia sus asientos numerados. Son los fanáticos sin entradas, que cifran sus esperanzas en los revendedores ilegales… o en colarse.

El brasileño Igor Guerra vive en el barrio de Tijuca de Rio de Janeiro, a pasos del estadio Maracaná.

No consiguió comprar una entrada para la Copa del Mundo, y junto a dos amigos, todos vestidos con la camiseta argentina, se apostaron el domingo cerca del estadio una hora antes del partido Argentina-Bosnia (2-1), sosteniendo un estandarte en el que se lee “Compro entradas” en español, inglés y portugués.

Este estudiante de Derecho de 21 años está dispuesto a desembolsar hasta 250 dólares (cerca de 130 mil pesos) para ver jugar a Lionel Messi en vivo.

¿Pero sabe que es ilegal, que a la FIFA no le gustaría? “A mí tampoco me gustan muchas cosas de la FIFA”, dice a la AFP, encogiéndose de hombros, esperanzado en conseguir entrada aunque sea para el segundo tiempo.

Las entradas para el Mundial-2014 son personales e intransferibles. Llevan inscrito el nombre del comprador, y la FIFA solo permite la reventa en su plataforma en línea. Pero casi nunca se verifica la identidad de los espectadores al ingresar a los estadios.

Colados

Un grupo de cuatro amigos argentinos fanáticos del fútbol condujeron durante 25 horas para atravesar los 2.500 km que separan Córdoba de Sao Paulo para la apertura del Mundial.

Sin entradas y sin un peso, decidieron recurrir a la “viveza criolla”: fueron a un hotel cinco estrellas y en la recepción se hicieron pasar por representantes de una empresa internacional que es socia comercial de la FIFA.

Sin demasiadas preguntas, la recepcionista les entregó cuatro entradas VIP, cuenta a la AFP uno de los jóvenes, que no quiere ser identificado. “Había sushi, había champán, ¡y estaba Ronaldo Fenómeno!”, exclama, mostrando en su teléfono las fotos del partido y una de los cuatro con Ronaldo.

“¡Ni Maradona pudo entrar donde estábamos nosotros! ¡Quería y no podía!”, cuenta a las carcajadas.

Pero nada es perfecto, y los amigos no pudieron ver el final del primer partido de la Copa entre Brasil y Croacia (3-1): los echaron porque estaban con chalas.

Para el partido Argentina-Bosnia en el Maracaná tuvieron menos suerte: tuvieron que contentarse con verlo en un bar cercano, y sin cerveza, porque la ley del hincha prohíbe la venta de alcohol en torno al estadio los días de juego.

Pero a otros les ganó el desespero. Antes del partido, unos 30 hinchas sin entradas, muchos vistiendo camisetas argentinas -e incluso uno con una peluca de rulos negros a la Maradona- saltaron las rejas y forzaron una de las puertas de acceso al Maracaná.

La invasión, bajo las narices de un pequeño grupo de agentes de seguridad de la FIFA, fue registrada en un video amateur que recorrió las redes sociales.

Nueve de los “colados” fueron detenidos, llevados a un juzgado, fichados y liberados. Del resto, se presume que disfrutaron (gratuitamente) del golazo que Messí anotó casi volando, a 31 km/h.

Un oficio peligroso

Un francés y tres ingleses fueron arrestados esa misma tarde en los entornos del Maracaná vendiendo entradas para el juego en el que Argentina venció 2-1 a Bosnia, informó la policía de Rio, que les incautó unos 6.000 dólares y 14 ingresos.

El riesgo para comprar entradas de reventa es ser víctima de un engaño.

La FIFA informó que durante el partido inaugural en Sao Paulo bloqueó la entrada de unos 50 hinchas con entradas falsas.

Pocos días antes del comienzo del Mundial, la policía detuvo a ocho funcionarios del consorcio Maracaná que revendían a 200 dólares entradas que les fueron obsequiadas para partidos en Rio.

En mayo, un bombero de Rio de Janeiro fue preso por falsificar entradas para la Copa, prácticamente iguales a las originales. Para la final el 13 de julio, el precio era de 4.000 dólares cada una.

Fuera del estadio mundialista de Sao Paulo, el día de la inauguracion del Mundial, un mexicano que pidió no ser identificado dijo a la AFP que vendió tres entradas originales para la apertura por 2.500 dólares.

En Cuiabá, otra de las 12 sedes mundialistas, las entradas para el partido Chile-Australia (3-1) eran vendidas en hasta 1.600 dólares (cerca de 890 mil pesos chilenos).

“Están muy caras (…) pero no importa, quiero conseguir una, es el sueño de mi vida ver a mi selección en un Mundial”, dijo a la AFP la chilena Carla Jiménez.