En un hermoso montaje de un equipo encabezado por el prestigioso director teatral español Emilio Sagi y con dos aplaudidos protagonistas, comenzaron en el Teatro Municipal de Santiago las funciones del elenco internacional de la exigente ópera “Los puritanos”, de Bellini, que no se representaba en Chile desde hace 21 años.

Por Joel Poblete

Los puritanos, Teatro Municipal de Santiago (c)

Los puritanos, Teatro Municipal de Santiago (c)

Dentro del repertorio operístico italiano, el belcanto, estilo que floreciera durante las primeras décadas del siglo XIX y tuviera como estandartes a Rossini, Bellini y Donizetti, destaca por la importancia asignada a la voz, así como por su capacidad para conmover con sus melodías incluso aunque a menudo el argumento no destaque precisamente por su precisión teatral y psicológica. Este movimiento musical sembró las raíces de las que surgiría posteriormente el estilo propio de Giuseppe Verdi, y tiene como uno de sus títulos más paradigmáticos a “Los puritanos” (“I puritani”), última ópera compuesta por Vincenzo Bellini, estrenada en París en enero de 1835, pocos meses antes de la temprana muerte del músico, a los 33 años.

Ambientada en la Inglaterra de mediados del siglo XVII, agitada por una Guerra Civil que enfrentaba a los partidarios de la monarquía de los Estuardo con los del Parlamento, se centra en el romance de dos jóvenes nobles, Arturo y Elvira, que se ve afectado por las vicisitudes políticas del momento, agravadas tras la ejecución del rey Carlos I. Desde su estreno y a lo largo del paso del tiempo, hay consenso entre los expertos y el público en que la trama y la historia de esta ópera son muy débiles e incongruentes, pero se redime gracias a la belleza de la música de Bellini, lo que explica que tradicionalmente haya sido interpretada por cantantes de la talla de Maria Callas, Joan Sutherland, Luciano Pavarotti y Alfredo Kraus, entre otros. Sus exigencias no son menores, pero si se cuidan todos los aspectos, puede deparar momentos inolvidables a los espectadores, y afortunadamente así fue en la función de estreno del elenco internacional en el Teatro Municipal de Santiago, que este pasado viernes trajo de regreso la obra a Chile luego de 21 años de ausencia. Y en su conjunto, podemos decir que fue una versión mucho más satisfactoria que la que se pudo apreciar en 1993, percepción que al parecer fue compartida por el público del estreno, a juzgar por los entusiastas aplausos.

El mérito fue la conjunción entre una sólida y lograda producción escénica y destacados intérpretes musicales. Considerando que el montaje teatral estaba encabezado por el español Emilio Sagi, uno de los directores de escena europeos más cotizados a nivel internacional y quien ya ha cautivado en sus anteriores visitas a Chile -la más reciente, en 2012 inaugurando la temporada lírica del Municipal con “Carmen”-, no es de extrañar que funcionara tan bien y que a pesar del endeble argumento, consiguiera brillar y emocionar con buenos elementos visuales.

Una vez más, el talento teatral de Sagi se vio amplificado gracias al aporte fundamental de sus colaboradores habituales: tanto el estupendo marco de la escenografía de Daniel Bianco como el atractivo vestuario de Pepa Ojanguren y la atmosférica y sutil iluminación de Eduardo Bravo, supieron reflejar los sentimientos y situaciones que llevó a la música Bellini. La producción recordó en más de un aspecto a la de otro emblemático título belcantista abordado por Sagi en el Municipal, la elogiada “Lucia de Lammermoor” de 2005, pero de todos modos se lució de manera autónoma; la predominancia del blanco y el negro la hizo aún más sugerente y permitió destacar los momentos en que la luz se hacía presente e imponía en medio de la oscuridad cromática, así como logró ser aún más inspirada y efectiva en el uso de los elementos escénicos y del espacio, como la arena del suelo, o las 28 lámparas que permitieron momentos de gran belleza e impacto visual, en especial cuando se multiplicaban gracias al reflejo de la escenografía. En una ópera que suele ser muy estática e incluso monótona, Sagi se preocupó además de acentuar oportunamente los movimientos de los solistas y el coro, lo que ayudó a hacer mucho más fluida la producción a nivel escénico.

En lo musical, mérito indiscutible en los buenos resultados obtenidos en este montaje tuvo la labor del director de orquesta español José Miguel Pérez-Sierra, quien debutó en Chile demostrando una gran afinidad con el estilo belcantista, así como sensibilidad y atención a los detalles, y un factor indispensable en una obra como “Los puritanos”: preocupación por los cantantes, por apoyarlos en todo momento desde el foso de la orquesta; Pérez-Sierra consiguió transmitir su cariño y entusiasmo por la partitura de Bellini, y la Orquesta Filarmónica de Santiago le respondió muy bien, desde los momentos más líricos y emotivos hasta los excitantes sones marciales de números como el vibrante dúo “Suoni la tromba”, que cierra el segundo acto.

Aunque sólo aparece en escena en dos de las cinco escenas que comprenden los tres actos en que se divide la obra, el rol de Arturo Talbo es indudablemente uno de los más demandantes del repertorio de tenor, tanto por los arduos agudos que incluye desde el inicio hasta el fin, como por el estilo mismo de canto, que deja muy expuesta la voz y hace que cualquier problema o detalle resalte aún más en una función en vivo, lo que a menudo hace que su interpretación se traduzca en una permanente tensión, tanto para el intérprete como para el público. Afortunadamente, en el Municipal se contó con el debut en Latinoamérica de un cantante que ya ha destacado en el papel en importantes teatros, el georgiano Shalva Mukeria, poseedor de una voz que por su timbre y color, por momentos recuerda a grandes colegas belcantistas del pasado -como el italiano Tito Schipa- y quien exhibió un canto aguerrido, sensible y resuelto, y supo abordar las notas altas con eficacia e inteligencia, sin denotar un esfuerzo excesivo, además de conformar en lo teatral un personaje romántico y decidido.

Tras un tibio comienzo que en un principio aún la tenía como una incógnita a lo largo de la segunda escena de la ópera (el dúo con su tío), la soprano bielorrusa Nadine Koutcher (también debutando en Chile) fue superando progresivamente y con sorprendente habilidad todos los escollos del difícil personaje de Elvira, que une a las exigencias vocales de una típica heroína belcantista (agudos, sobreagudos, agilidades), la complicación teatral de tener que emocionar y convencer al público a pesar de que el rol pudiera prestarse para el ridículo al caer y recaer en la locura, al sentirse herida y traicionada; por el contrario, la cantante logro conmover con su canto y su despliegue escénico, que hizo creíble tanto el candor y ternura de la joven novia, como el dolor y tristeza que la sumergen en la locura al final del primer acto, así como la evocadora melancolía de su escena en el segundo acto. Una excelente cantante que brindó momentos memorables, y quien además supo complementarse muy bien con el tenor, algo fundamental en una ópera como esta, en especial en el peliagudo dúo del último acto, “Vieni fra queste braccia”.

Por su parte, el bajo ruso Sergey Artamonov, quien ya había cantado antes en el Municipal en “Aida” (2011) y “Don Giovanni” (2012), realizó la que sin duda ha sido hasta ahora su mejor actuación en ese escenario, como un estupendo Sir Giorgio Valton, muy bien cantado con una potente voz que se notó cómoda en todo el registro, y una actuación sobria que ayudó a reflejar la calidez casi paternal que marca su relación con su sobrina Elvira.

Lástima que completando el cuarteto protagónico, el joven barítono chino ZhengZhong Zhou no estuvo al mismo nivel de sus tres colegas y no pudo sacar todo el partido esperable de uno de los roles más hermosos escritos para su cuerda en el repertorio belcantista, Sir Riccardo Forth; el cantante asiático tiene un material vocal interesante y bien timbrado, pero de reducido volumen e insuficiente proyección como para ser escuchado, por lo que su bella escena solista en el primer acto no tuvo el impacto requerido, aunque en lo escénico supo reflejar la melancolía del personaje.

Aunque sólo aparece en una escena, la mezzosoprano chilena Evelyn Ramírez supo aprovechar bien las oportunidades teatrales que tiene el rol de la reina caída en desgracia, Enriqueta de Francia, quien en esta oportunidad, en vez de pasar desapercibida como una prisionera secreta, estaba llamativamente vestida con un traje y una peluca colorina que la hacían más parecida a la legendaria reina Isabel I de Inglaterra. El barítono chileno Pablo Castillo estuvo correcto en su breve participación como el padre de la protagonista, Lord Gualtiero Valton, mientras el tenor chileno Exequiel Sánchez fue un Sir Bruno Robertson bien cantado, pero algo sobreactuado y exagerado en sus gestos y movimientos. Y como de costumbre, el Coro del Teatro Municipal, que dirige Jorge Klastornik, estuvo muy acertado en sus intervenciones.

Los puritanos, Teatro Municipal de Santiago (c)

Los puritanos, Teatro Municipal de Santiago (c)

Las restantes funciones del elenco internacional de “Los puritanos” se realizarán los días 05, 08 y 11 de junio. El elenco estelar se presentará los días 03 y 06 de junio.