Este lunes 2 de junio el rey Juan Carlos I de España anunció su abdicación al trono para dejar la corona a su hijo, el príncipe Felipe.

Según manifestó la autoridad española en su discurso, “Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana”.

“Mi hijo Felipe, heredero de la Corona, encarna la estabilidad que es seña de identidad de la institución monárquica (…) Cuando el pasado enero cumplí 76 años consideré llegado el momento de preparar en unos meses el relevo para dejar paso a quien se encuentra en inmejorables condiciones de asegurar esa estabilidad”, agregó el rey.

Si bien en pleno 2014 la abdicación del rey de España sólo afecta a la monarquía y habitantes de dicho país, hace 200 años el poder de dicha corona era diametralmente superior.

A principios del siglo XIX América Latina comenzaba a vivir sus propios movimientos independentistas. Precisamente, en nuestro país la abdicación forzosa del rey Fernando VII en mayo de 1808 a manos de Napoleón, quien a su vez instaló a su hermano José ‘Pepe Botella’ Bonaparte como monarca español, dio un gran impulso a la incipiente agitación independentista en nuestro país.

Lo anterior se complementó con el hecho de que el ideal de independencia cobraba fuerza en territorio nacional, impulsado por ideas ilustradas y liberales, además del desarrollo de sectores sociales independientes del patronazgo real o de su nacimiento en el país europeo.

En los próximos dos años vendrían procesos de cambio fundamentales para el país, liderados principalmente por los criollos, quienes señalaban que la lealtad se le había dado a un rey libre (Fernando VII), pero que como esa persona permanecía prisionera la soberanía le correspondía al pueblo.

La primera parte de este proceso culminó, según lo definido por la historiografía, con el establecimiento de la Primera Junta Nacional de Gobierno el 18 de septiembre de 1810.

Tras la reconquista española (1814-1817), el movimiento se afianzaría con la firma del Acta de Independencia de Chile en 1818 y posteriormente con el desenlace de la Patria Nueva en 1823; período histórico en el que se intentó consolidar el proceso independentista y establecer un proyecto político que organizara al estado chileno.